Cuestión de estilo

Carmen Inés Cruz Betancourt

La experiencia enseña que para sacar adelante propuestas que desbordan el entorno personal y atañen a comunidades o a todo un país, aun cuando a juicio del proponente sean excelentes, no basta con tener buena voluntad, poder y apoyo de su círculo cercano. Si ellas afectan a muchos otros es imperativo que esas propuestas convenzan y para ello es indispensable que cuenten con el debido sustento y se comuniquen en forma completa, oportuna y respetuosa.
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Además, que se escuche en forma activa a los involucrados y acepten que quienes discrepan, no necesariamente son enemigos que buscan su fracaso, muchos pueden tener razón en algunos aspectos, que inclusive pueden mejorar el planteamiento inicial. Implica cierto grado de humildad para reconocer que usted no se las sabe todas y que la suya no es la última palabra, mucho menos en ámbitos donde opera un sistema democrático que da cabida a muy diversas apreciaciones que merecen ser escuchadas con respeto y tenidas en cuenta.

Lo anotado aplica a la situación que venimos observando en relación con algunas  propuestas presentadas por el gobierno, que independientemente de cuán creativas y elaboradas sean, deben admitir que hay aspectos susceptibles de mejoras para que respondan mejor a las necesidades y expectativas de los afectados. Subestimar cuanto existe y partir de cero es una fórmula perdedora; también, proponer múltiples reformas radicales y simultáneas que no logran ser digeridas en forma adecuada por la ciudadanía. 

Esa estrategia ha restado posibilidad a cada una de ellas pero, por sobre todo, lo que más daño ha hecho es el estilo asumido por quienes las lideran. Un estilo caracterizado por la soberbia, la arrogancia, el fanatismo, el desconocimiento de los acuerdos para incluir ajustes, que ofrecen aceptar pero finalmente no son tenidos en cuenta.

Imposible olvidar el estilo de la exministra Corcho, agravado con el de su sucesor, ambos en línea con el Presidente, siempre agresivos, irónicos y amenazantes. Con frecuencia enviando mensajes confusos que inducen polémicas desgastadoras.  Tan deplorable estilo es contagioso y lo replican otros ministros y funcionarios que no han entendido que en un país agobiado por la violencia, la inseguridad y la angustia, lo que menos se necesita es que la dirigencia del más alto nivel exacerbe el ambiente e induzca a otros a responder de modo similar o peor, lo cual resulta en extremo peligroso.

Desolador que en 19 meses de gobierno, se haya consumido tanto tiempo en el trámite de unas propuestas que hubieran tenido mejor suerte si hubieran adoptado un estilo respetuoso y conciliador, porque hay consenso en que se requieren cambios sustantivos, pero que debe primar la prudencia y escuchar a los interlocutores, que aún equivocados tienen derecho a disentir y a pedir mayor información, que bien planteada acaso hubiera resuelto sus inquietudes. 

Tanto tiempo consumido en estos asuntos, ha determinado la desatención a otros problemas a pesar de su enorme importancia, y también que importantes logros que reclama el ejecutivo pasen desapercibidos porque los lentes están centrados en unas pocas reformas y especialmente en el fatal estilo adoptado. Ojalá, tan dura experiencia y la frustración que deja, sea asimilada por el equipo de gobierno, y otros dirigentes, para reflexionar, para bajarle a la arrogancia, a la incoherencia, la terquedad y beligerancia; para entender que esta no es una dictadura sino una democracia, muy imperfecta sí, pero democracia. Y que, para que sus propuestas obtengan mejores resultados deben convocar, dialogar y buscar concertación. Insultar, descalificar y calificar de enemigos a quienes controvierten solo logra mayor rechazo y acaso convertirlos de verdad en enemigos, y así exacerbar el clima de violencia.

CARMEN INÉS CRUZ

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