No perderse en el camino

César Picón

Que no haya sido por conducto del propio liberalismo que la opinión pública se enterara de las reuniones entre sus principales dirigentes, los alcaldes que se eligieron con el aval rojo y el Gobernador del Tolima, da para especulaciones que, aunque no tengan asiento en la realidad, generan confusión y dejan preguntas entre quienes ven en el Partido Liberal una alternativa para superar la grave crisis de institucionalidad generada por el monopolio político-administrativo impuesto en este departamento por el barretismo.
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No creo que en una democracia esté proscrito el diálogo entre fuerzas opositoras, siempre que éste se desarrolle sobre la base de un programa político y proyectos de desarrollo concretos, y que necesariamente se haga a la luz pública, por encima de la mesa. Entiendo que los acercamientos entre quienes ostentan credenciales liberales y el Gobierno departamental se han venido dando alrededor de las necesidades de municipios que tienen gobernantes de estirpe Liberal en temas como vivienda social, servicios públicos y otros proyectos que requieren del concurso de la Gobernación. Sin embargo, hay que cuidar que esos loables propósitos no conlleven a deponer las banderas de la oposición que hasta ahora el Partido Liberal ha llevado en la Asamblea del Tolima y el Concejo de Ibagué, en alianza con otros pocos valientes corporados.

Una democracia saludable necesita contrapesos, visiones distintas, voces que reclamen por las injusticias y arbitrariedades que muchas veces se cometen en el ejercicio del poder público. Requiere que alguien ejerza vigilancia sobre los presupuestos para que se inviertan en lo prioritario, con eficiencia, transparencia y sin excluir territorios por meras cuestiones electoreras. Exige que se mantengan las condiciones para la alternancia en el poder, cosa que se vuelve extremadamente difícil cuando se constituyen clanes que se apropian de todas las instituciones y a punta de clientela corrompen las elecciones.  

Bajo ninguna razón o circunstancia el liberalismo debería convertirse en aliado de quienes hoy gobiernan en Ibagué y el Tolima, fueron casi 160 mil votos que obtuvo Rosmery Martínez y más de 25 mil de Camilo Delgado, un electorado importante al que no se puede defraudar. Hay diferencias radicales, además de todo, entre el liberalismo y el barretismo. Nosotros -los liberales- nos hemos opuesto abiertamente a la megaminería y otros proyectos contaminantes, ellos han sido complacientes o al menos silenciosos. Nosotros somos defensores de la paz e insistimos en la implementación cabal de los acuerdos, ellos en el Congreso han colaborado con el Gobierno para socavarla.

Nosotros privilegiamos una agenda social con énfasis en la inversión y el apoyo a los sectores vulnerables y tradicionalmente excluidos, ellos tienen en el olvido el campo ibaguereño, no respondieron con suficiencia las demandas de los más pobres para soportar el duro confinamiento y no apoyaron en nada a tantos microempresarios que reclamaban apoyo de los gobiernos territoriales para no sucumbir por los efectos de la pandemia.

Nosotros creemos en políticas progresistas respecto al aborto, el matrimonio igualitario, la eutanasia y la política antidrogas, ellos en el Congreso ayudan a imponer restricciones a las libertades de los individuos bajo argumentos moralistas y religiosos que ni ellos mismos practican.

El liberalismo debe mantenerse firme y digno ante la hegemonía barretista, demostrar que es capaz de mantener una representación política sobre la base de ideales y en defensa de los intereses ciudadanos. Constructivos siempre, sumisos nunca.

CÉSAR PICÓN

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