Tenderos: Grandes aliados para evitar el hambre en Ibagué

Crédito: Hélmer Parra / EL NUEVO DÍASaberse adaptar a los cambios es una de las cualidades sobresalientes de los tenderos.
Las actuales condiciones económicas para los ibaguereños han dificultado que muchos ciudadanos adquieran varios de los productos básicos de la canasta familiar, sin embargo, en las tiendas de barrio se mantienen ciertas dinámicas que ayudan a que los hogares puedan alimentarse de manera digna.
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JONATHAN HERNÁNDEZ PARRA

La carestía en los alimentos es algo que han tenido que soportar durante un largo tiempo los hogares en la ciudad.

De acuerdo con las cifras del Índice de Precios al Consumidor (IPC) arrojados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) para marzo pasado, se reportó que para la variación anual, fue precisamente el rubro de los alimentos, con un incrementó de 20,92 %, el que más impactó el bolsillo de los ciudadanos.

Han sido varias las ‘maromas’ que han tenido que hacer los ibaguereños para poder cubrir sus necesidades alimenticias, dentro de estas peripecias, han desempeñado un papel de suma importancia los más de 2 mil tenderos que se encuentran repartidos por toda la ciudad.

El importante papel de las tiendas

Dentro del contexto social de los barrios populares, las tiendas cobran una particular relevancia a la hora de contribuir en los procesos comerciales de los territorios donde se ubican, así como otras dinámicas que permiten alivios en la adquisición de alimentos y artículos de primera necesidad para algunos hogares.

Es conocido que culturalmente los tenderos suelen brindar la facilidad a sus clientes de llevar sus productos fiados, una actividad que contribuye a aliviar las diferentes situaciones de hambre que puedan acarrear las familias.

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Fiar, una práctica que perdura

Dirlene Díaz tiene una tienda en el barrio Augusto E. Medina, un sector popular al noroccidente de la ciudad. Ella ha estado relacionada con la actividad tendera desde su niñez, toda vez que su madre, la señora Jacoba, fue la fundadora de la primera tienda del sector, en diciembre de 1973.

“La mayoría de las personas que viven en el sector se sustentan económicamente en la informalidad laboral. Acá hay vendedores de tintos, de helados, de lotería, son personas que reciben dinero diariamente, pero a veces, este no es tanto. Por eso resulta necesario abrirles créditos, para que puedan tener los productos que requieran en el día, más que todo alimentos”, detalló Díaz.

La tendera aseguró que dar fiado conlleva un gran riesgo, “no todos responden bien a la confianza que se les brinda”, señaló. 

Sin embargo, entiende que con la precariedad de la economía actual, son muchas las personas que ni siquiera pueden alimentarse de la mejor manera, por esto, aunque fiar no sea lo más rentable para una tienda, es una dinámica que contribuye socialmente.

 

La constante búsqueda de productos sustitutos

“A partir de la pandemia, la economía de las tiendas cambió”, acotó Dirlene. Ella sostuvo que para el punto más álgido de la pandemia, tuvo que someterse a diferentes cambios para lograr la subsistencia de su negocio.

No obstante, las duras consecuencias para las finanzas de los hogares no tardaron en manifestarse, algo que hizo que sus clientes empezaran a cambiar también sus hábitos de consumo.

“Las tiendas son frecuentadas por proveedores de marcas muy reconocidas a nivel nacional, pero a raíz de los cambios en las compras de las personas, los tenderos hemos tenido que buscar cómo surtir con productos más baratos”, apostilló Dirlene Díaz. 

Aunque se puede asegurar que existen algunos cambios marcados entre productos de diferentes marcas, más cuando se establece una diferencia de precios significativa, las alternativas de los productos sustitutos permite que rinda un poco más el dinero de los hogares.

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La cara más cruda de la moneda

En una tienda que funciona hace 48 años en la ciudad, ‘el pobre compartidario’, su propietario, Heriberto Moya, desistió de vender alimentos como verduras y frutas hace algunos años, luego dejó de comercializar otra clase de alimentos, granos y cereales, para quedarse con algunos pocos productos empaquetados y bebidas.

El establecimiento está ubicado en el barrio Santa Bárbara, en la comuna Dos, era una tienda de gran tradición en el sector, pero ahora solo quedan los recuerdos de lo que fue. 

Moya, bastante entrado en años, sostuvo que las cosas, en un orden natural, deben cambiar, sin embargo, con las fuerzas algo diezmadas, no sentía poder seguir lidiando con la venta de alimentos, más aun, cuando era un testigo directo del aumento constante de los precios, algo que no deja de sorprenderlo, y más, cuando establece comparaciones con otras épocas más prósperas.

 

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