PUBLICIDAD
Pero a la convicción fraguada con estudio, acción y experiencia no se renuncia y de ahí nuestra porfía a los tolimenses que honradamente anhelan mejor futuro, en que es error continuar fustigando efectos del crónico atraso y a quienes se benefician de ese atraso y que, al menos, debería considerarse la opción de sopesar la solución que inicia por encarar causas u omisiones alcahuetas y que serían fácilmente superables, o igual, que la salida, así sea bienintencionada, no es culpar a ineptos, venales y depredadores, sino replantear ideas, estrategias y métodos utilizados por los progresistas para gestionar el cambio.
Esa autocrítica podría comenzar por preguntarnos porqué, de cara a las próximas elecciones nacionales y regionales, la atmósfera política que respiramos los tolimenses desde tiempos remotos es la misma pero más viciada. Ya se agita, sin mesura alguna, la mecánica electorera sin ideas; las componendas; el nepotismo impúdico; la corrupción en todas sus expresiones; el gamonalato; el elogio circense; la fantochería; la palabrería insulsa y efectista; el sonajero; los clanes; la promesa fullera; la estulticia; la simpatía cínica; la intromisión del caciquismo nacional; el usar la pobreza como anzuelo para pescar votos y, en contraste, un abismal vacío de tesis sostenibles, éticas y perspicaces para remover esa abusiva mentalidad hegemónica que, todos lo sabemos, jamás permitiría el progreso tolimense.
Siendo innegable la existencia de esa atmósfera política que asfixia, innegable también es la ineficacia del método con que los indignados y alternativos pretenden gestionar los cambios, pues “el más de lo mismo” ha sido usado por años sin ningún efecto positivo. Por ello, como progresista y regionalista, no genero fuego amigo al progresismo regional, solo lo insto a ser auténtico gestor del cambio y, para ello, a convertirse en colectivo democrático y fuente de ideas regionalistas para legitimar los liderazgos con contenidos y para exorcizar a los líderes del personalismo que repele las ideas (las ideas no deben opacar su jerarquía”). Un líder histórico sobresale por las obras y no por las maniobras y porque, en nuestro caso, concitaría ideas y acuerdos para que Tolima ingrese a una era decorosa y progresista.
En algún escrito recordé que en el Tolima hubo tiempos en que las ideas bullían y el progreso parecía surgir, pero que la política, en vez de depurarse, perdió honra y muto en politiquería cada vez más vulgar y anacrónica y por ende sin liderazgos ni líderes. También recordé que no es líder legítimo quien manipula y utiliza el dinero para adquirir poder y que los liderazgos serán inexistentes mientras las ideas motoras del progreso (las reales) sean proscritas y que, por ello, necesitamos un pensamiento regionalista y transformador para que emerjan líderes y liderazgos que conviertan la política en locomotora de prosperidad.
Comentarios