El déficit de aprendizaje

Alfonso Reyes Alvarado

Uno de los saldos negativos de la pandemia es el llamado “déficit de aprendizaje”. Se refiere al retraso en el proceso de formación de los niños, niñas y adolescentes como consecuencia directa del Covid-19. Estudios de vieja data indican que durante el período de vacaciones, los niños pueden perder hasta un 40 % de lo que aprendieron el semestre anterior, si no se retoma el proceso adecuadamente en el semestre siguiente.
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En pocas palabras, la continuidad en el proceso de aprendizaje es crucial, sobre todo en los estadios iniciales de formación de los niños. La pandemia fracturó este proceso de aprendizaje. De un momento a otro, a partir de marzo del año pasado, los colegios y universidades suspendieron sus actividades para retomarlas algunas semanas después en modalidad remota. 

Desde la perspectiva de los niños y jóvenes, esta fractura implicó un cambio radical de su entorno de aprendizaje. Además de la necesidad de acostumbrarse a interactuar virtualmente con sus profesores y compañeros, se vieron privados de los espacios de relacionamiento tan necesarios para el desarrollo de habilidades sociales en esa edad. Tuvieron, además, que compartir los recursos tecnológicos con sus padres y hermanos. 

El clima en los hogares se enrareció y dio lugar a un incremento importante de la violencia intrafamiliar lo que, por supuesto, afectó su aprendizaje.

Por otra parte, varias encuestas que se han hecho recientemente muestran que el 60 % de los colegios públicos tuvo problemas con el desarrollo de las clases virtuales. Este porcentaje puede llegar al 90 % en las zonas rurales del país. Los profesores tampoco estaban preparados para este cambio radical en las metodologías de enseñanza y tuvieron que prepararse de manera acelerada. Pero, a pesar del esfuerzo hecho por la mayoría, pronto se dieron cuenta de las grandes limitaciones que tiene el Internet para el aprendizaje de los niños. Tal vez este es el principal saldo pedagógico que nos deja la pandemia a quienes trabajamos en el campo de la educación. El Covid-19 no nos mostró las posibilidades de una formación virtual, esas ya se conocían desde finales del siglo pasado, lo que nos mostró con claridad fueron sus limitaciones, especialmente en las etapas primeras de la formación en la que la interacción social es definitiva.

El gobierno se demoró demasiado en asegurar las condiciones necesarias para facilitar el regreso a clase en los colegios. Fuimos de los pocos países en que los establecimientos educativos permanecieron cerrados durante gran parte de la pandemia. En otros países, las escuelas fueron las primeras en abrir y las últimas en cerrar, según el vaivén de los ciclos de contagio. El efecto es un atraso significativo en el proceso de aprendizaje de los niños, niñas y adolescentes, incluyendo a los jóvenes universitarios. Este déficit seguramente se verá reflejado en un bajo desempeño en las próximas pruebas Pisa y en las siguientes pruebas Saber. Es necesario que el regreso a clases después de la pandemia se concentre en recuperar este déficit. Los maestros de colegio y profesores de universidad debemos encargarnos de ajustar nuestras clases para recuperar el tiempo perdido.

 

ALFONSO REYES ALVARADO

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