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El caso de Colombia, sin embargo, puede ser más negativo porque aún no hemos llegado al 70% de la población vacunada y los protocolos de bioseguridad se han ido relajando aceleradamente. Hay una preocupante y generalizada sensación de que la pandemia es cosa del pasado.
Sin embargo, parece que iniciamos una “época de pandemias” caracterizada por fenómenos planetarios que se comportan con un alto grado de incertidumbre y que hacen evidente la fragilidad de la especie humana. Los virus (y sus múltiples mutaciones) son un ejemplo, como también lo es el calentamiento global. Aun cuando los primeros pueden no ser el resultado del diseño humano (pero pueden serlo), el segundo claramente se debe a decisiones y acciones que tomamos y ejecutamos en nuestra vida cotidiana.
Frente a estos fenómenos y otras innovaciones tecnológicas, como las aplicaciones de la inteligencia artificial, las empresas han tenido que revisar a fondo sus planes estratégicos y los gobiernos han debido repensar sus metas a mediano plazo. Pero frente a este nivel de incertidumbre, derivado de un planeta cada vez más interconectado, ¿Qué sentido tiene planear a mediano plazo? (¿nuestra vida, una empresa, una ciudad, un territorio o un país?).
Planear, hoy en día, no significa ajustar el mundo a nuestras necesidades para lograr los objetivos propuestos y las metas deseadas, como si estuviéramos en comando de un AirBus 350 cuyos motores nos permiten atravesar cualquier tormenta para llegar al destino anhelado. En su lugar, planear se parece más a la habilidad de quien conduce un planeador y que, al carecer de motor, debe aprender a leer lo que ocurre en su entorno, reconocer aquellos vientos y nubes que son propicios para la navegación, y maniobrar continuamente para llegar al destino añorado.
Este planear actual ciertamente requiere establecer un destino, pero sobretodo, desarrollar la capacidad de gestión adecuada que nos permita responder ágilmente, y con agallas, a los meteoritos que irán cayendo sin previo aviso, como la Covid19.
En el 2005, la Visión Tolima 2025 planteó tres ejes estratégicos para el desarrollo del departamento: la agricultura de valor agregado, la logística y la industria cultural (hoy llamada economía naranja). Aun cuando todos ellos creo que siguen siendo válidos, vale la pena hacer un nuevo ejercicio para actualizarla, pero lo más importante para su realización consiste en desarrollar una capacidad, desde la sociedad civil, para maniobrar constantemente en la dirección que se acuerde. Sobre estas capacidades necesarias me referiré en las próximas columnas.
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