Durante muchos años la Cámara de Comercio de Ibagué, al igual que sus pares de las varias ciudades de Colombia en donde ellas existen, se mantuvo alejada de las disputas locales y las apetencias políticas regionales, cumpliendo con rigor las funciones que la ley le asigna y dedicada, como debe estarlo, sirviendo a la comunidad empresarial, hasta cuando comenzaron a infiltrase en ella las aspiraciones de algunos personajes menores en trance de ganar figuración o satisfacer aviesos intereses.
Aquella estructura, a pesar de tener la misma fragilidad de hoy, se logró mantener blindada contra la codicia, la ambición y la corruptela, y los pocos que quisieron servir desde allí intereses distintos a los de los comerciantes salieron frustrados optando por no regresar.
Fueron épocas no muy distantes en el tiempo, en las que, gracias a su conformación, se tomaron importantes decisiones que llevaron a la entidad a incrustarse en la vida de la ciudad como un apoyo y complemento de la menguada acción del Gobierno local, a través de sucesivas juntas directivas conformadas por líderes éticos de los diversos estamentos del comercio y la industria, encabezadas por ejecutivos de variada formación profesional, pero casi siempre identificados en su vocación de servicio al terruño.
De esa fortaleza de entonces dan testimonio su crecimiento en número de afiliados, la construcción de sus amplias instalaciones que hoy la albergan, la actualización y modernización del Registro Mercantil, la creación del Centro de Arbitramento y Amigable Composición, las muchas exposiciones artísticas, cursos y conferencias que promovió, las tareas conjuntas que desarrolló con la Policía y la administración de locales para buscar el desarrollo de la ciudad, en especial del sector del comercio, entre muchas otras acciones, silente pero eficientemente realizadas.
Sin ostentación, ni alarde, pero en la certeza de que con ellas se estaba cumpliendo el propósito misional de sus fundadores y las obligaciones impuestas por la ley del comercio, todo dentro de un clima de armonía interno que garantizaba la eficacia de sus actuaciones.
Bien distinto de lo que hoy viene ocurriendo en su interior: amenaza de manipulación al proceso eleccionario como con escándalo lo denuncia en los medios la Confederación Colombiana de Cámaras de Comercio, disputas personales ventiladas en medio de públicos agravios e involucramiento de sus directivos en negocios poco claros, todo lo cual está haciendo eclosión en un estado de desarmonía y confrontación que amenaza la estabilidad de la institución y tiende a acentuar los difíciles momentos de crisis económica y laboral que la ciudad atraviesa.
Pueda ser que la sensatez de la mayoría de sus afiliados, mediante el episodio eleccionario que se avecina, contribuya a retornar a la Cámara de Comercio de Ibagué al sitial de respetabilidad y eficiencia que otrora tuvo entre las cámaras del país.
Una dificultosa, pero no imposible, tarea que la ciudad demanda y espera.
Pueda ser que la sensatez de la mayoría de sus afiliados, mediante el episodio eleccionario que se avecina, contribuya a retornar a la Cámara de Comercio de Ibagué al sitial de respetabilidad y eficiencia que otrora tuvo entre las cámaras del país.
Credito
MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYME-DÔME
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