Indignación general causaron las denuncias de Semana sobre la corrupción en las Fuerzas Militares. La molestia ciudadana proviene de varios aspectos relacionados. La primera es que la información los periodistas la obtuvieron de la Comisión de Acusaciones de la Cámara, donde reposa sin uso desde hace meses. La segunda es que es valerosa la actitud de la prensa en destapar este tipo de actos delictivos. La tercera es que no pase a mayores la investigación salvo pequeñas escaramuzas, chivos expiatorios, etc.
Los altos mandos, los gravemente implicados, han puesto el grito en el cielo. Acostumbrados a su intocabilidad y a hablar duro, han tratado de decir que es una afrenta contra las instituciones, que se favorece a la guerrilla, que se quiere acabar con la credibilidad de una institución respetable, que se arruinará la moral de las tropas y que son actos de politiquería o de odio contra las fuerzas militares.
¿Qué contó Semana? Que existe una compleja y bien organizada red entre los altos mandos de las Fuerzas Militares, que utilizando información privilegiada, dan contratos a dedo, amañan licitaciones, cobran suculentas tajadas por adjudicar contratos, sobornan jueces y autoridades de control venales y se enriquecen a expensas de los dineros que pagamos los colombianos.
Pero no fue solo eso. Esta red también se ocupa desde las prisiones militares de traficar información, comprar testigos, acomodar testimonios o recaudar dineros para sobornar fiscales y jueces, y reacomodar detenidos por falsos positivos en las guarniciones militares. Además, coordinan, definen y cobran la intermediación para los traslados presupuestales de las guarniciones militares, desvían los presupuestos para gasolina, dan indebidamente los tiquetes aéreos a abogados defensores, así como usan vehículos oficiales y hombres uniformados para servicios personales o vigilancia de familiares. También venta ilegal de armas, privilegios para detenidos, permisos irregulares de salida, usos de casinos castrenses y hasta disfrute de vacaciones de los presos por fuera de sus sitios de reclusión.
Hay evidencias de planes para obstruir, enfrentar y desprestigiar la justicia. En resumen, lo que se pone de manifiesto es una completa organización para saquear el estado.
Preocupa la reacción de algunos militares de alto rango, unos ya retirados, quienes quieren hacer ver que la labor periodística de investigación es nociva para su institución. Es más, se atreven a insinuar que se hace en complot con organizaciones subversivas o enemigas del país. Nadie duda de la abnegación de nuestros soldados y policías que entregan su vida y su tranquilidad por la seguridad de los colombianos. Pero es cosa distinta que sus jefes se aprovechen del buen nombre que dan a la institución los esfuerzos de sus hombres y busquen enriquecerse a costillas de nosotros. Y para rematar, que echen la culpa a los periodistas por hacer bien su trabajo y destapar este tipo de acciones delincuenciales. En este caso, la prensa cumple con su deber, y algunos militares hacen mal su tarea y culpan a los primeros por denunciar su proceder. Los pájaros disparando a los fusiles.
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