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María Victoria Vila sabe bien que las mariposas amarillas de Macondo, en el Tolima son de todos los colores. Organizó en Ibagué un mariposario que nada tiene que envidiar a los mejores de su género, donde las cuida con esmero porque son bellas y conmueven su espíritu. Pero también porque sabe que en muchas culturas son símbolo de transformación y en casi todas, de renacimiento y libertad. El ciclo de vida de las mariposas está asociado con las plantas y las flores. Van y vienen y, a veces, se desplazan de un territorio a otro como llevando una profecía sobre los cambios que se operan en el clima del planeta.
María Victoria recoge todo ese contenido simbólico para defender la ecología y para trabajar por la cultura. Lleva tres años consagrada a la tarea de sacar adelante un compromiso que asumió con su región y consigo misma. Ella siente y piensa el Tolima con responsabilidad y con afecto. El tolimense es romántico. Alguna vez oí a Belisario Betancur decir lo mismo de los suyos y me permití anotarle que, curiosamente, unos y otros podíamos definirnos con formas verbales semejantes: El romanticismo del tolimense está hecho de sueños, pero también de tradiciones. Su gran activo es espiritual y tiene que ver con las artes, las letras, el pensamiento.
Hace una semana María Victoria Vila llenó de cultura, durante todo un día, los hermosos espacios de su mariposario, siempre llenos de naturaleza. En la mañana, y en pleno bosque, Margareth Bonilla y Arturo Romero combinaron sus palabras con el arte y con la ciencia. En la tarde, la memoria de Gabo, tal vez el más importante escritor de la historia en idioma español; y la vida de Humboldt, tal vez el más importante botánico de la historia alemana; fueron repasadas para la audiencia por Jaime Abello, el erudito director de la fundación de periodismo fundada por Gabo, y por William Ospina, una inteligencia superior que honra al Tolima en el país y al país en América.
También María Victoria enriqueció el evento con su propia simbología: Soltó al aire una cantidad de mariposas de todos los colores. Hay muchas más clases de mariposas que cantidad de colores, pero en realidad las alas de las mariposas son transparentes. Tienen unas escamas invisibles para el ojo humano que reflejan la luz del sol proyectando tonalidades infinitas. Al ser lanzadas al aire se reza la oración de una tribu precolombina que le lleva a Dios una invocación por el buen suceso de todos.
Al visitar el mariposario y enterarse del inefable periplo vital de esos pétalos que vuelan, uno descubre que, de alguna manera, las mariposas son como las sociedades humanas: Viven gracias a sus propias metamorfosis, y gracias a sus metamorfosis no mueren. Resulta curioso: El aserto induce a una reflexión sobre este complejo momento por el que atraviesa Colombia.
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