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El genio de Gabo anticipó ese hallazgo. Narra que el día del jubileo del coronel Aureliano Buendía, apareció frente a su ventana el grupo más diverso, heterogéneo y disímil que podía ser imaginado en Macondo: “Diecisiete hombres de los más variados aspectos, de todos los tipos y colores, pero todos con un aire solitario que habría bastado para identificarlos en cualquier lugar de la tierra”. Eran sus hijos. Su diversidad resultaba evidente, por fuera y por dentro:
Todos tenían tipo distinto y ninguno llevaba su apellido, pero los enlazaba un aire ermitaño inevitable: Su identidad pasaba por sus diferencias.
Suelo repetir que el Tolima empezó a hacer historia desde antes de nacer: Ha sido una construcción permanente, sobre todo en el tejido espiritual. Eso es la tolimensidad. Los pueblos tejen su historia desde lo ya tejido por sus ancestros. Probablemente no hay un solo Tolima, sino varios: Uno en el norte y otro en el sur; uno más en la cordillera y otro en el llano. Pero todos ellos integran la tolimensidad, entre otras razones, porque en la historia regional han tenido más peso sus hombres y mujeres, que sus grupos humanos.
Hay una línea que une al mariquiteño Gaspar de Figueroa, ilustre pintor del siglo XVI, cuando aún no existía el Tolima, con el ibaguereño Darío Ortiz Robledo, ilustre pintor del Tolima actual, cuyo talento honra al país y al continente. Lo mismo ocurre en la música, en la literatura, en el derecho. Desde el Tolima brillan las artes, las letras, el pensamiento. Incluso el deporte en sus distintas expresiones.
La tolimensidad es lo que hemos sido todos y cada uno y lo que vamos a seguir siendo todos los días, cada uno y todos en conjunto: los muertos, los vivos, los que están por nacer, todos dentro de su diversidad individual. Es una obligación, un mandato moral respetar su memoria y su esperanza. Lo contrario conspira contra la tolimensidad. En lugar de derribarlas deben acatarse para que, en el balance social, se robustezcan también las nuestras. El gran activo del Tolima, con sus especificidades diversas, es un activo espiritual.
El presidente Manuel Murillo Toro, fue el líder político más lúcido del país en el siglo XIX. Murillo y José María Rojas Garrido fueron protagonistas del proceso de creación del estado soberano del Tolima. Sin ellos dos no se hubiera creado. Murillo Toro es parte entrañable de la tolimensidad. Como el maestro Echandía, como Pedro J. Sánchez, como Luz Stella, como Silva y Villalba. Como el arroz del llano, el café de la montaña, el Bunde Tolimense, el Deportes Tolima. Comparto la idea de rendir homenaje a quienes, hoy, sirven con denuedo a la región.
Para eso hay mil opciones, pero ninguna necesidad de lesionar memorias incrustadas en nuestro rico tejido espiritual.
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