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Debe quedar absolutamente claro que, en primer orden, nos corresponde es a nosotros como ciudadanos adoptar las medidas de cuidado y protección que nos disminuya la probabilidad de contraer el Covid-19 y nos mantenga a “salvo” del virus, sin la necesidad que exista un decreto o una autoridad que nos obligue a hacerlo. Sin embargo, también es importante que en el diseño de las decisiones que adoptan los gobernantes, se organice el contexto en el que la toma, por un lado, porque es su responsabilidad y, por el otro, porque una buena decisión debe ser ante todo funcional y general.
Esto nos lleva al falso dilema que se ha planteado desde el inicio del aislamiento social obligatorio entre salud y economía, el cual ya ha quedado revaluado, teniendo certeza que son los dos, en un equilibrio perfecto de correlación que nos permita, como sociedad, superar el embate de esta pandemia, porque no se trata de decidir por uno u otro, se trata de garantizar la vida pero con las condiciones necesarias para subsistir con la dignidad que requiere cualquier ser humano. Y aquí debo decir que un desempleo del 37,6% no garantiza ni dignidad, ni subsistencia, ni progreso, ni desarrollo y mucho menos crecimiento.
La decretitis y el cambio de reglas en las medidas, suelen ser, a primera vista, contra evidentes, pues en el primer caso genera más confusión que certeza en la ciudadanía y, parafraseando a Alfredo Bullard, “nada perjudica más la conciencia que las normas deben cumplirse, que el incumplimiento de las mismas”, tal vez por eso el castigo termina siendo un jarabe de palo. En el segundo caso, sería importante que la Administración Municipal empiece a reflexionar si las decisiones están bien encaminadas y si contienen las prohibiciones o autorizaciones adecuadas y a las personas apropiadas, solo así sabremos el objetivo real al que le está apuntando el gobierno local.
Claro está que esta misma reflexión la podemos hacer todos los ciudadanos, basta con responder unas preguntas que han sido diseñadas por Cass Sunstein y Richard Thaler, este último Premio Nobel de Economía en el año 2017, para saber cuando un arquetipo de decisiones responden a un interés determinado. Por ejemplo, pensar en: i) quién utiliza las prohibiciones o autorizaciones, ii) quién las elige o con base en quién, iii) quién las paga o quién las busca y, iv) quién se beneficia con ellas.
Sólo resta decir que, de las instituciones, esperamos un direccionamiento inclusivo, a la altura del momento que supone sacar adelante la ciudad en uno de los periodos más difíciles, en medio de una crisis económica y una pandemia, esperando que el resultado de la construcción de las decisiones sea el bien común y el interés general, porque un egoísmo en la toma de decisiones es un atajo a la pobreza.
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