La tragedia que conmovió a más de un corazón en toda Colombia está llegando a uno de sus fines, la condena de 51 años para Rafael Uribe Noguera es sólo una gota de lo que debería haber sucedido en estos seis meses de dolor que le ha tocado vivir a la familia Samboní. El lamentable suceso de Yuliana Samboní nos invita a reflexionar ¿por qué ha sucedido esto? O ¿qué está viviendo la sociedad colombiana? Para que aparezcan estos momentos que marcan la vida, la historia y el presente de toda una generación.
Bien lo narraba el poeta Höderlin cuando reconocía que la muerte de un niño es “Como un retrato de Dios tal vez, La paz y el silencio son su naturaleza, ya que es entregada a la alabanza de los ángeles” ahora que Rafael Uribe tendrá que purgar su pena de 51 años, no queda más sino reflexionar sobre lo sucedido hasta el momento, y buscar las alternativas para que esta serie de atrocidades ojalá nunca vuelvan a suceder.
Partamos de una crítica que merece el sistema de justicia en Colombia, se ha dado una preponderancia a la acción punitiva (juzgar y sancionar) pero nunca al sentido de comprender el meollo del asunto, la acción del delincuente y el peso que requiere la sociedad donde convive y se ha desarrollado como un ciudadano. Aquí la lógica consiste en cuestionase ¿la sociedad constituye al ciudadano o el ciudadano a la misma?, si es el caso debemos mirar porque nuestros grandes problemas de seguridad, convivencia y relaciones sociales recaen en no poder aceptar al otro, pero si imponer la voluntad por encima de su libertad.
El segundo punto, es que no sólo son 51 años de prisión para Noguera, sino que debe ser un mensaje – radical para las instituciones, las organizaciones, las familias y las comunidades donde se cuestionen ¿qué hacemos por nuestra juventud? Son ellos nuestro foco de interés o lo que menos toma importancia en esta vida, ahora las familias se disputan el tiempo entre el mundo mediático de la moda, las compras en los centros comerciales, los lujos vanidosos pero muy poco el espacio para la formación humana, política, social, cultural y comunitaria que requieren los jóvenes que vivimos en medio de un mundo caracterizado por la violencia, el consumismo, el sexismo y si fuera poca la crisis de valores en lo ético y lo político que merece ser un referente para lo constituye ser ciudadano.
El tercer aspecto, que merece ser analizado es el choque de poderes entre familias: una de gran ascendencia política, económica y cultural propiamente de Bogotá mientras la otra de procedencia humilde y con descendencia indígena. Nos muestra como el Estado colombiano carece de mecanismos contundentes para generar acciones – diferenciales, en este caso lo más justo hubiera sido que la condena de Uribe Noguera no fuese por la justicia civil, sino por la justicia indígena debido al contexto de donde proviene su familia y las prácticas culturales que han constituido a lo largo de su vida.
La dura realidad que vive la Familia Samboní demuestra que las cifras de estos episodios siguen creciendo, según el Observatorio Nacional de Violencias del Ministerio de Salud que fue un dato expuesto por la juez señala que en el 2016 se recogieron 15.082 denuncias sobre violencia sexual en Colombia, de las cuales 6.265 corresponde a niñas entre los 10 y 14 años, un resultado muy lamentable porque simboliza el grado de feminicidios que vive la sociedad colombiana y los problemas de salud pública (mental) que existen en la nación. Por otra parte, las autoridades institucionales no han podido tomar estrategias contundentes para ir superando esta problemática, no sólo es la violencia sexual sino la cultura machista, sexista y patriarcal que se sigue propagando en esta generación. Véase: http://www.elespectador.com/noticias/bogota/feminicidio-de-yuliana-sienta-un-precedente-articulo-686949
En conclusión, ahora queda seguir reflexionando qué debemos hacer frente a estas circunstancias, de tras de un violador existe una persona que ha sufrido este flagelo, y lamentablemente se convierte en la mayoría de los casos en una cadena que tienden a ser muy difícil de romper. Ya Yuliana vivirá en más de un corazón de las familias colombianas mientras afuera siguen aumentado los feminicidios, las violaciones y si fuera poca las prácticas en contra de la dignidad de los seres humanos. Precisamente si queremos pensar en la construcción de la paz debemos primero cuestionarnos será que tenemos un tipo de ciudadanía dispuesta a vivir para la paz o convivir para la misma.
caperafigueroa@gmail.com
Comentarios