Notas de campo 19

Federico Cárdenas Jiménez

He venido relatando varios encuentros que tuve con un habitante de la calle cuyo lugar de residencia queda cerca de la Universidad Autónoma de Manizales, en un sitio en medio de la vegetación que hay en lo que queda de montaña.

La entrevista que le hice a “el rolo” fue de lo más interesante no sólo por el exotismo implícito en su modo de vida, sino porque su pensamiento, a pesar de todo, era el de un hombre que sabía muy bien lo que estaba haciendo.

Nunca me dijo su nombre de pila, sólo se refirió a su apodo de “el rolo”, que le fue puesto en medio de una traba hace un año largo cuando sin saberlo, empezó a hablar como un rolo; él ni se acuerda de lo ocurrido, pero dijo que quienes estaban con él se rieron tanto que de inmediato quedó bautizado.

No se acuerda muy bien de su primer día en la calle porque se la pasó borracho. Sabe que su esposa lo echó de la casa –con justa razón, lo asume- y que él simplemente se dedicó a beber más. “Todos los días han sido duros desde que estoy en la calle. Así uno termine por acostumbrarse a este medio, al hambre, a la soledad, a la falta de algunos lujos, al trato que dan las personas, son mucho más duros los recuerdos y el cargo de conciencia que me traen a la mente las imágenes de mi hogar, de mis hijas, de mi vida anterior… la única manera de sobrellevarlos es fumándome un coso (bazuco)… aunque a la final siempre vuelven y aparecen.”

“¡Usted me pregunta cuánto daría por regresar a mi hogar y por dejar esa vida! Y así yo le responda que lo daría todo, no soy capaz, ni me atrevo más a hacerlo. Por un lado, en el grado de adicción en el que me encuentro es mucho más difícil salir, eso lo sé no sólo porque lo he intentado, sino porque he visto gente que sale, recae y vuelve peor; por otro lado, la vergüenza ante mi familia… demás que a mis hijas les da pena decir a sus amigas del colegio que yo estoy en la calle, lo mismo a mi esposa, que a propósito ya no lo es porque tiene otra vida con otro hombre, así nunca le haya firmado el divorcio. Volver significa que mi propia familia me tenga desconfianza, que guarde las cosas de valor, que no me dejen manejar dinero, etc. Es que ya he visto casos y la cosa no es fácil, pero me gustaría hacerlo: nadie que viva como lo hago yo puede decir que le encanta esta vida porque es una mentira”.

Yo por eso prefiero vivir allá donde usted me visitó, allá nadie me ve, nadie siente pesar… es como un resguardo para mí, hago lo que quiera, me fumo lo que quiera y no molesto a nadie; pero la calle enloquece ¡eso se lo aseguro! no tener usted alguien que lo reciba, que le pregunte cómo le fue, que le dé un abrazo, una mirada de amor, eso es muy duro y lo vuelve duro a uno también, porque la gente se cree mejor que uno y lo miran juzgándolo, pero le digo una cosa mono, aquí he visto manes de familias adineradas y llevados del berraco en la calle, nadie sabe cómo va a terminar porque con las drogas no se sabe”.

Le pregunté si era posible hablar de causas que lo hayan llevado a esa situación de calle y me respondió con certeza: “sí claro, yo creo que mi papá, él tomaba mucho, en frente de nosotros, llegaba a hacer escándalo a la casa y muchas veces a pegarnos a mamá y mí. Un día cuando cumplí 14 años me obligó a tomarme unos aguardientes, esa fue mi primera rasca y nunca más paré hasta dos años antes de mi matrimonio, cuando mi esposa –que en ese momento era mi novia- me dijo que si seguía tomando de esa manera me dejaba y entonces decidí parar.

Lo dejé por cuatro años hasta que recaí y fue peor, porque hice lo que hizo mi papá con mi mamá, le pegué y esa si no me la perdonó y me echó de la casa y ese fue mi comienzo en la calle”.

“El rolo” y yo coincidimos en la importancia del ejemplo en el hogar. “Yo digo que mi padre hizo muy mal conmigo y que yo he hecho muy mal con mis hijas, ojalá Dios no me castigue viéndolas a ellas como yo estoy”.

federic.cj@gmail.com

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