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… ¡Ah sorpresa! la que me llevé con este personaje que exhibió su biografía permeada toda por las drogas, por actos delictivos, entradas a la cárcel, enfrentamientos a bala y que remató la conversación diciendo: “yo quiero ser el próximo Pablo Escobar Gaviria”.
Fue una noche larga la que pasé en ese bar. Supe que cerraron las puertas y todos nos quedamos dentro hasta el amanecer, ¿cómo decía yo que tenía sueño y que quería irme a dormir? ¡Imposible! Hice buenos contactos y mi trabajo seguía avanzando. Quedaron pendientes próximas reuniones a las que me invitaron; ellos me contactaban, dijeron.
Seguí para mi sitio de trabajo a primera hora de la mañana, sin una hora de sueño y con unas cervezas circulando en la sangre. Me recibió la noticia de una fumatón que se iba a desarrollar en uno de los parques de la institución, en protesta por las políticas de las directivas relacionadas con recortes de presupuesto para bienestar, implementación de cámaras de seguridad y prohibición del consumo al interior del alma mater. ¿Una fumatón? ¿Qué era exactamente una fumatón?
Caminé por los alrededores de mi oficina para averiguar qué era lo que iba a suceder y observé que se fueron reuniendo personas y más personas en uno de los parques… y un olor cada vez más intenso a marihuana salía de ese lugar. En media hora había por lo menos 700 personas reunidas y al parecer, todas, fumando marihuana… ¡esa era la famosa fumatón! Cantidad de personas fumando marihuana en sincronía generando una gran chimenea y un malestar generalizado en la comunidad hasta lograr que fueran escuchados sus reclamos y que fueran consideradas sus propuestas.
Obviamente me involucré con todos, ingresé a ese lugar, saludé a los líderes quienes me invitaron a sentarme a su lado y conversar. Era tal el olor, que sentía que me ahogaba. Sacaron una libra de marihuana, la destaparon y comenzaron a regalarla a los presentes para que fumaran. Al rato sacaron otra y la repartieron. Música, baile, arte, malabares, conversación. Mi interlocución para que cejaran en su iniciativa fue estéril. En el rato que estuve –tal vez unas dos horas- me di cuenta que repartieron 7 libras de marihuana. Supe que la actividad comenzó a desarticularse a eso de las 5:30 de la tarde.
Mientras que todo sucedía, conversamos acerca de la noche anterior. El que se puso a hablar con usted –me dijo quien estaba a mi lado- es uno de los más importantes aquí. Le fue bien. Hizo buenos comentarios suyos, dijo: “ese profe tiene futuro con nosotros, hay que cultivarlo”. Profe, usted no lleva mucho aquí y ya está en boca de todo el mundo, le ha ido bien, los pelaos lo respetan y lo escuchan. Ojo como se pone de sapo pues, es lo único que tiene que saber. Lo que pase aquí se queda aquí. Nosotros le colaboramos con las campañas y con toda la propuesta que usted hizo a la administración porque además son cosas bacanas, pero de ahí que usted se ponga de informante, pilas con eso. ¿Quiere pegarlo? ¡Ah verdad que usted es zanahorio! Cuando quiera me dice… ¡yo invito!
A media tarde escuché una serie de explosiones, gritos, algarabía y un corrillo de gente corriendo despavorida porque acababan de aparecer “los capuchos”…
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