…No digo que el problema se solucionó, porque de entrada era consciente del grado de dificultad que conllevaba, sin embargo los cambios comenzaron a notarse, por ejemplo en la disminución de la presencia de menores de edad al momento del consumo, en la ubicación de las personas en ciertos espacios exclusivos para el consumo, pero sobre todo en el involucramiento y empoderamiento de las personas en los procesos que yo venía liderando, en el aumento de propuestas de parte de ellos para desarrollar en este espacio, en la producción intelectual que se fue generando a partir de esta dinámica y en la confianza ganada, que permitió afinar el acercamiento y propiciar mejores condiciones para la construcción colectiva, resultados que siguieron dando frutos en adelante…
O a alguien no le gustaba mi presencia en ese lugar o debía comenzar a comprender –y rápido- una especie de narco lenguaje en el que todo se decía utilizando la fuerza: dos hombres, a quienes no conocía y nunca había visto, se acercaron a mi oficina y entraron abruptamente hasta donde me encontraba, en mi silla, frente a la computadora hostigándome verbalmente y recordándome que si me ponía de sapo me iban a quebrar… me golpearon en la cabeza con la cacha de un revólver, me tiraron al suelo y me patearon en repetidas veces sin yo saber exactamente qué había hecho o de qué era culpable. “¡Profe ya sabe, póngase de sapo y se muere... da un paso en falso y lo declaramos objetivo militar!”.
Nadie alrededor. Nadie escuchó, ninguna cámara grabó, nadie me necesitó en esos momentos, ni una llamada perdida... ¡nada! Tras un momento me levanté como pude y llamé al director de la vigilancia. Pasarían cinco minutos tal vez cuando llegó el primer guardia y luego dos minutos más cuando apareció otro. Me revisaron la contusión con cara de escándalo porque la sangre había abarcado buena parte de mi rostro. Recorrieron el perímetro y no vieron nada.
Hablaban por radioteléfono con códigos numéricos incomprendibles y el resultado fue el mismo: nada. “Profe, tiene que cuidarse, esta gente es peligrosa”, me dijeron los guardias. Estas personas con las que estaba tratando no jugaban… pero ellos debían saber que yo tampoco; mi trabajo era serio, había avanzado en muy poco tiempo lo que nadie e iba a continuar a pesar de lo sucedido.
Pedí al combo una reunión de carácter urgente para denunciar lo sucedido e indagarlos, pero sobre todo, para poder tener de frente a los líderes y escuchar lo que tuvieran que decir. Nadie dijo nada. Nadie supo nada. Solo especulaciones que más parecían bombas de humo para desvirtuar la realidad y escamotear la verdad.
Esa era parte de la tensión que se vivía en ese lugar, no sólo el no poder confiar en nadie porque ¿quién era acaso la persona que conversaba conmigo? ¿A qué grupo pertenecía? ¿Cuáles eran sus intenciones?, sino también el saber que todo el tiempo me estaban observando, analizando, siguiendo y escrutando. Necesitaba acercarme más, ganar más confianza y respeto y que ellos supieran y creyeran de verdad que yo quería aportar y no impedir u obstaculizar.
El mundo de las drogas tiene diversas facetas, por supuesto una de ellas es la de la demanda, que no es sutil en la mayoría de las veces básicamente cuando trata de una adicción, pero otra que sí es cruda, cruel y despiadada es la de la oferta, aquella que trata del negocio, de los pesos, del poder… con ella estaba lidiando sin saber muy bien cuáles iban a ser los puntos de llegada pero me estaba acercando...
federic.cj@gmail.com
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