…Una pañoleta negra tapaba parte de su rostro; yo lo miré con serenidad a los ojos y le pregunté: ¿entonces qué van a hacer conmigo? ¡Yo no tengo plata para pagarles nada y les aseguro que mi familia tampoco! “No no no no, este no es un secuestro por plata, es algo político –yo sé que entiende-, usted es un bacán, es piloso, los muchachos lo quieren y lo respetan, pero tiene que irse de la ciudad y el proceso que está liderando con las drogas aquí tiene que acabarse… a no ser, profe, que quiera trabajar con nosotros… ¡eso ya cambia las cosas!”.
¿Trabajar con ustedes? ¡Cómo se les ocurre! Si estoy de este lado de las drogas es por convicción, de lo contrario estaría por negocio… “Profe… de todos modos piénselo… podemos hacer muchas cosas con usted en el equipo… usted puede llegar a lugares donde nosotros no podemos… no tiene que darnos una respuesta ya, piénselo 24 horas y mañana hablamos”… ¿y si digo que no? “… se atiene a las consecuencias…”, me respondieron.
¡Es increíble! la realidad de este país lo pone a uno contra la espada y la pared: o uno está con ustedes o contra ustedes. “Mire, profe, no me eche esos discursitos pendejos –me dijo- esto es un negocio, nosotros lo administramos y tan sencillo como que… lo que no sirve, estorba”.
La verdad yo no tenía que pensar nada, mis cosas estaban totalmente claras; era consciente sin embargo que al trabajar en este tipo de procesos uno adquiere cierta vulnerabilidad puesto que se tiene contacto con círculos sociales amplios y estrechos que manejan, operativizan y legitiman el negocio (consumidores, vendedores, jefes) y además, con personas que quedan atrapadas por la fuerza del negocio, es decir, que se corrompen por voluntad propia queriendo ganar un representativo dinero extra o por presiones externas como me estaba sucediendo, aunque eso no significaba para nada que yo fuera a aceptar su invitación.
Es de analizar que el contexto arrastra, tiene una fuerza imprevista e incalculable, mucho más cuando no hay otras opciones en el imaginario de las personas –y estoy hablando para este caso de muchachos que crecen en sectores donde la droga es la que manda, la que educa, la que normatiza, la que permite, la que posibilita-, por lo cual, el contexto se constituye en paradigma, se impone en la mentalidad de las personas fabricando, recreando, moldeando y proyectando características que representan ese contexto como un estilo de vida, constituyéndolo en un fenómeno cultural cíclico que hace transferencia de generación en generación con variaciones en modo y forma.
Así mismo, muchas versiones de “mulas” que pasan con droga las fronteras internacionales –y las barriales también-, coinciden en que son obligadas por grupos de narcotraficantes que amenazan directamente su integridad física y la de sus familias en caso de no obedecer. Es increíble la manera en que las personas son coaccionadas, determinadas y convertidas a la fuerza en actores de este fenómeno de las drogas.
El punto es ¡cómo hace una persona para ir en contra de esa voluntad que se le impone culturalmente!
En lo que respecta a esta historia, la respuesta fue no: no iba a convertirme en su socio ni en su lazarillo. De algún modo había dado pasos importantes en este proceso y ellos lo sabían, los muchachos me lo reconocían y los resultados hablaban por sí solos… pero como me lo habían anunciado desde un principio, iba a tener que asumir las consecuencias por mi decisión.
federic.cj@gmail.com
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