Oficio: Mercenario

Carmen Inés Cruz Betancourt

La Real Academia de la Lengua define mercenario como la persona que, por incentivo monetario participa en algún conflicto bélico en defensa de un país extranjero.
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Y llama la atención la aclaración que hacen personas afines a esos grupos, que no aceptan que los llamen así y precisan que: “ese calificativo solo aplica a quienes contratan sus habilidades en beneficio de causas criminales, como los exmilitares que asesinaron al presidente de Haití, Jovenel Moise en 2021 y que esperan sentencias por magnicidio”. 

El asunto tiene especial interés porque se conocen noticias sobre numerosos jóvenes retirados de la Policía y de la Fuerza Pública colombiana que, una vez fuera del servicio, responden atractivas convocatorias que circulan en redes sociales y pasan “voz a voz” para enrolarse en ejércitos extranjeros. Afirman que son muy apreciados por su experiencia en Colombia, un país que por la violencia endémica que padece, les ofrece entrenamiento especializado y acumulan valiosa experiencia combatiendo en escenarios complejos y con enemigos de alta peligrosidad. Es así como algunos han llegado a los Emiratos Árabes y otros a Ucrania. 

No obstante, como afirma el Embajador de Colombia en el Reino Unido, Roy Barreras: “ir de mercenario a Ucrania es una trampa mortal; quienes van con la esperanza de ganar dinero para sus familias están cayendo muertos como moscas y lo que les pagan no les alcanza ni para la repatriación de sus cadáveres”. En esa línea uno de esos combatientes expresó: “…hago parte en frentes de combate y es cierto que me pagan cerca de $19 millones de pesos al mes (cerca de cinco mil dólares), pero no se engañen, esto es una guerra y el riesgo de morir es muy alto” …. y efectivamente, ese joven murió pocos días después.

Hacen bien en reiterar esas alertas, a pesar de que quienes optan por esa salida lo saben, ellos no van de paseo, no es solidaridad con los pueblos agredidos lo que los motiva a enrolarse como mercenarios, una decisión que para algunos resulta descabellada; lo hacen porque no encuentran oportunidades en su país y les urge obtener ingresos que les permita una vida digna para sí y su familia. Entonces no se les puede culpar ni estigmatizar, es nuestro país el que los expulsa porque, así se les llame “Héroes de la Patria”, es muy limitado el espacio laboral que encuentran en Colombia, casi se limita al de agentes de vigilancia o escoltas, oficios riesgosos, inestables y con remuneración precaria. 

No sorprenden entonces los datos que reportan agencias rusas a la Cancillería Colombiana, según los cuales cerca de 500 colombianos han participado en la guerra Rusia-Ucrania; cerca de 300 han fallecido; 100 siguen combatiendo y otros 100 habrían regresado a Colombia.  Para enfrentar esta problemática el Canciller Murillo señala que: “… avanza la ratificación de un Tratado que busca prohibir el reclutamiento de mercenarios colombianos y tipifica delitos relacionados con esta actividad, que ese Tratado fue aprobado por la Comisión Segunda del Senado y espera aprobación en Plenaria”. Es una medida protocolaria y está bien que el gobierno la saque adelante pero poco puede esperarse de ella, porque de modo similar a la migración ilegal, siempre encontrarán vías alternas para lograr su cometido. Entonces, mucho más se tiene que hacer, como propiciar el acceso a programas que permitan cualificar a los exagentes y exsoldados, reconvertir su experiencia para que se aplique a actividades productivas y, por supuesto, generar oportunidades de trabajo que les permita ingresos para asegurar esa vida digna a la que tienen derecho. En esta línea se conocen experiencias que constituyen referentes exitosos y deben estudiarse.

CarmenInés Cruz

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