Pobres viejecitas

César Picón

La oposición se ha dado un festín mediático con el episodio del cierre del piqueteadero “doña segunda” en Bogotá, que la DIAN cerró por 3 días luego de haber hecho el debido proceso y dar los plazos pertinentes para que el negocio empezara a facturar electrónicamente.
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Los oportunistas instrumentalizaron el llanto de la propietaria para entre líneas invitar a la “evasión”, al condenar que la autoridad hubiera tomado medidas para hacer cumplir la norma. Como “doña segunda” hay decenas de miles de negocios que ante el público son prósperos y generan enormes ganancias, pero ante el fisco son unas pobres viejecitas sin nadita que declarar.

En Colombia se evaden 80 billones de pesos al año que representan el 6% del producto interno bruto, cifra exageradamente alta que, si lograra recaudarse, no solo serviría para financiar el desarrollo del país, sino para equilibrar la balanza en materia impositiva que hoy recae exclusivamente en las personas naturales que trabajan con contratos formales y en las empresas que si facturan y reportan sus operaciones: si todos o al menos la mayoría entrara en el universo de contribuyentes, es seguro que las cargas se podrían repartir mejor. Por eso todos los “doña segunda” tienen la obligación de cumplirle al país, aportando lo que corresponda de acuerdo con los resultados de sus negocios.

En anteriores columnas he escrito sobre la injusticia que persiste en nuestro sistema tributario, pese a que la DIAN sigue avanzando en mejorar los sistemas de información para poder identificar la evasión. Mientras que trabajadores por nomina o con contratos legales deben pagar seguridad social, retención en la fuente, cuando corresponde impuesto de industria y comercio, y cuando superan el tope pagar impuesto de renta, al otro lado hay cirujanos plásticos haciendo “lipos” e implantes que cobran en efectivo y sin generar ninguna factura, abogados que llevan casos por los que cobran muy bien y en efectivo, poderosos comerciantes que transan bienes y servicios sin dejar rastro de la actividad comercial o las registran por una fracción del valor real, en suma, son cientos de miles de “doñas segundas” que en las narices de todos producen beneficios particulares al tiempo que se niegan a cumplir con sus obligaciones tributarias.

Ayudar a identificar a todas las “doñas segundas” es responsabilidad de todos, no solamente de la DIAN. Siempre al adquirir un bien o servicio debe exigirse factura electrónica (si supera 4 UVT, este año $188.260), y cuando se nieguen a entregarla, denunciarlo. La reforma tributaria del Presidente Petro del año 2022, estableció un adecuado incentivo para que pidamos factura por todo: permite descontar del impuesto de renta de personas naturales un porcentaje del valor de las compras generales, siempre y cuando estén debidamente facturadas. La rumba en la discoteca, el almuerzo en el asadero de pollo, la ropa, el maquillaje, todo sirve para descontar parte del impuesto de renta y, además, para lograr que las personas y empresas que aún no lo han hecho, entren en la onda de la formalidad y la legalidad.

A los oportunistas debería darles pena que por atacar al gobierno tengan que acudir a llamar a la evasión y al incumplimiento de la Ley.

Cesar Picón

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