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Hace pocos días en un acto público en Medellín, la exministra Carolina Corcho pronunció un discurso, en el cual hizo referencia a las ideas que siempre han animado su participación en los asuntos públicos de la nación. Fue una precisa radiografía de las políticas neoliberales aplicadas al manejo de la nación. Las élites que han detentado el poder con énfasis hegemónico siempre se han opuesto a un desarrollo verdaderamente democrático del país. Se atraviesan a todo cambio, sin importarles la creciente brecha que se ha acumulado en lo social y lo económico. Mientras una minoría acapara la riqueza la mayoría debe soportar las estrecheces de la desigualdad y de la exclusión. Y pregonan la institucionalidad y otras apariencias como si fueran verdades.
En más de 200 años de la república no se ha podido consolidar un verdadero Estado social de derecho como se dispuso en la Constitución de 1991. Es ostensible el déficit acumulado en educación, en salud, en servicios públicos, en seguridad, en protección ambiental y otros frentes que hacen parte del tejido de la nación.
Colombia está clasificada entre las naciones con mayor desigualdad en América Latina. Lo cual parece tener sin cuidado a los que la han gobernado. Lo han hecho mal y se aferran a que nada cambie, para proteger sus privilegios excluyentes. Todo cuanto se haga para superar males cuenta con su veto. La consigna es el sostenimiento del statu quo.
La oposición alineada en la derecha con sus posturas oscurantistas y la que genera violencia con las armas están identificadas en la acción de bloquear los cambios. Prefieren la violencia. Eso explica cuanto hacen para enredar las negociaciones de paz.
Y como curtidos depredadores de la democracia no solamente recurren a la intolerancia sino también a todas las formas de distorsión. Montan narrativas para generar pánico entre los incautos. Utilizan los medios y las plataformas sociales para variar la realidad con elementos de falacia. Están desesperados en su afán de rescatar lo que han perdido de poder político. Y acuden a lo que sea. Sin embargo, les queda difícil borrar lo que han hecho mal cuando han ejercido como servidores públicos en diferentes cargos de gobierno.
Pretender hacer creer que es malo fortalecer el derecho a la salud, mejorar el sistema pensional, devolverles prestaciones a los trabajadores con remuneración justa, llegar a la paz total, poner la educación en los diferentes niveles al alcance de todos, es una posición dogmática que entraña mala fe.
Puntada
Al expresidente Andrés Pastrana no le gusta nada que pueda mejorar las condiciones de vida de los colombianos. De ese corte fue su reciente discurso en Cúcuta la semana pasada.
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