Cuarta temporada con La Niña traviesa

Cuando en Colombia las estaciones secas y lluviosas funcionaban con cierta regularidad, enero era un mes seo y soleado, que coincidía con las vacaciones escolares lo que permitía disfrutarlas con paseos y actividades deportivas al aire libre.

Ahora, llevamos tres estaciones consecutivas de lluvias torrenciales, que los meteorólogos atribuyen al fenómeno climático conocido como de la Niña en contraposición con el del Niño, caracterizado por sequías de progresiva intensidad.

Acariciábamos la esperanza de que el presente año nos dispensaría una tregua que permitiera reparar los estragos de las tres temporadas precedentes principalmente en la red vial y las viviendas destruidas en campos y barridas construidas sobre suelos deleznables con urbanizaciones piratas o invasiones descontadas, no parece que así haya de ocurrir.


Mientras en Bogotá y su sabana transcurrieron tres semanas de buen tiempo, el río Cauca se salía de madre al igual que la mayor parte de sus tributarios por ambas márgenes.


En Bogotá y alrededores a unas mañanas esplendorosas suceden lluvias visperinas que comienzan a producir calamidades locales. La perspectiva es inquietante, no sólo por los desastres que pueda producir cuando aún no se remedian los anteriores, sino porque abre un interrogante muy serio ¿se trata no del fenómeno recurrente de la Niña, sino de una alteración permanente del régimen de lluvias debida al calentamiento global? Porque de ser así. Nos hallamos ante una situación que obliga a un replanteamiento integral de los programas del Gobierno en los frentes socioeconómicos y de la infraestructura vial, presionada por los tratados de Libre comercio con el mundo desarrollado.


Si la estación pluviosa se manifiesta en enero con signos tan adversos, asusta pensar en lo que será “abril aguas mil” y “mayo hasta que se rompa el sayo” como se definían los meses invernales antes de que se desbarajustaran los periodos secos y lluviosos con las características actuales.


Los mandatarios locales en los niveles municipales y departamentales y las agencias especializadas del Estado deben agilizar los trabajados de prevención y reparación bajo su responsabilidad, de cara a las contingencias inciertas que afrontamos.


Ojalá que los casos de utilización fraudulenta de los recursos situados por el Gobierno para auxilio a los damnificados, reconstrucción de viviendas y finalidades similares, no se repitan en esta nueva emergencia. Deben acentuarse la estricta vigilancia y las sanciones por irregularidades o desidia en el manejo de los dineros destinados a estos fines.

Credito
ÁLVARO VALENCIA TOVAR COLPRENSA

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