Falsos Positivos Humanitarios

Si bien el Estado cumple un papel fundamental en la reconstrucción del tejido social, su permanencia en el seno de una comunidad sólo será posible si los ciudadanos se apropian de la institucionalidad de sus territorios.

El menú del oportunismo político-humanitario parece manifestarse nuevamente. La receta con los ingredientes de siempre pretende satisfacer el gusto de los consumidores de noticias y de quienes alimentan su esperanza en el ruido de los medios y en un menú conocido que ha resultado en ocasiones exitoso. Sin embargo, “más de lo mismo” agota y sobre todo genera desconfianza. Si las FARC van a dar un paso hacia algo nuevo, deben obrar creativamente y nuestra propuesta es: libertad para los secuestrados, para todos, de una vez y sin ningún condicionamiento.

Tanto ruido de las farcrim, la algarabía alrededor, y el reencauche de ciertos protagonismos nos hace sospechar que la Fuerza Pública está cerca de alcanzar algún logro militar. De esta manera, las FARC buscan desplazar el conflicto hacia una estrategia mediática, terreno en el que han sido más exitosas que el Estado. Hace varios años denunciábamos en el Senado la gran capacidad de la diplomacia paralela y mediática de las FARC, de la que sigue haciendo gala a pesar de las dificultades que enfrenta esta organización criminal.


El Estado y la sociedad no se pueden dejar arrinconar como si tuvieran la llave de las cadenas que envuelven a los secuestrados. Ella está en poder de las farcrim, en las manos del secretariado, los cabecillas y guardianes que indolentes pretenden intimidarnos y deshumanizarnos como personas y como pueblo.


Recuperarnos de los daños que causan la deshumanización y la ruptura del tejido social, debe ser el principal objetivo de la estrategia de consolidación de la presencia del Estado en aquellas regiones antiguamente controladas por grupos armados ilegales. Aquellas heridas conforman una de esas tragedias silenciosas que nos envuelven y que no salen en los medios de comunicación: la de los pueblos que viven aún en medio de la desconfianza con el vecino y el dolor a flor de piel por las humillaciones recibidas. No se publican porque son lo normal.


Para salir de ese letargo, toda acción gubernamental, legislativa o judicial debe reconocer y consolidar el valor de cada individuo por el hecho de ser un ser único e irrepetible, titular de múltiples derechos irrenunciables, que para desarrollarse vive en comunidad. Todo el mundo vale, todo el mundo tiene algo que aportar, algo que emprender.


Si bien el Estado cumple un papel fundamental en la reconstrucción del tejido social, es menester advertir que su permanencia en el seno de una comunidad sólo será posible si los ciudadanos se apropian de la institucionalidad que se implanta en sus territorios.


El Estado, en la democracia, es sólo un instrumento que no puede sustituir a la sociedad, como lo señalara acertadamente el expresidente brasileño Fernando H. Cardoso. Es ella la que lo nutre con su creatividad y compromiso; en ausencia de estos sólo queda la anarquía o la tiranía.


*Senador

Credito
EL NUEVO DÍA

Comentarios