Una mirada más amplia al aborto

Columnista Invitado

El Ministerio de Relaciones Exteriores firmó una nota mediante la cual el Gobierno de Colombia se retira de la Declaración del “Consenso de Ginebra”. Consenso este que, sin efectos vinculantes, fue firmado por alrededor de 36 países sosteniendo que los Estados no tienen la obligación internacional de financiar o facilitar los abortos. A raíz de esto, en un edificante diálogo con Gustavo Rico, surgieron unos elementos de discusión que, más allá de los derechos y deberes, abordaron los efectos sociales del “aborto legal”.
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Es sabido que países como China tienen serios problemas porque la tasa de nacimientos no compensa las muertes, invirtiéndose así la pirámide poblacional y produciendo, entre otros, el deterioro de la seguridad social de sus habitantes. Del mismo modo, países como los noreuropeos estarían condenados a desaparecer si se sigue presentando la insuficiencia de nacimientos, pues esta afecta sensiblemente el relevo generacional y la conservación de la cultura nacional. Esto suena extraño, pero es coherente si se considera que el declive poblacional derivado de las grandes epidemias del siglo XVI desembocó en la desaparición de la sucesión discipular en las culturas prehispánicas, lo que coincide con Elon Musk cuando advierte que “la baja natalidad es una amenaza contra la civilización”.

En los países hispanoamericanos también se deben prender las alarmas porque, por razones económico-finacieras, en sus gobiernos se ha tendido a disminuir el número de personas beneficiarias de pensión, por lo cual buena parte de los adultos mayores hoy sólo tienen como colchón social y económico a sus hijos y nietos. Aún más, ante la disminución irreflexiva de los nacimientos, la ausencia de una pensión de vejez y la presencia de una creciente discriminación laboral por edad, el panorama futuro para la mayoría de los adultos mayores hispanoamericanos es ancianidad en la indigencia y en la soledad.

Las mascotas, entendidas como sucedáneos de los hijos, son una jugada de la reingeniería social foránea que pretende, con algún éxito, transformar el instinto de maternidad y paternidad en el amor a dichos animalitos. Se olvida que en su vejez el “perrhijo y el gathijo” no podrán tratar con dignidad a los ancianos y ni siquiera podrán llevarlos a consulta médica, y menos, procurarles un cuidado fundado en el amor filial. Es que la familia no es una idea para “innovar” sino que a través del tiempo ha comprobado constituir una necesidad antropológica y social con trascendencia diacrónica.

La promesa del abortismo (y la anticoncepción) en el sentido de que una buena política de disminución de la población trae consigo crecimiento económico, es una falsedad que choca con la realidad de países con seria disminución de la población como los Balcanes. Por el contrario, hay naciones que son potencia demográfica y por esto tienen una alta tasa de consumo que les facilita negociar ventajosamente en el mercado internacional. Sin embargo, de unas décadas hacia acá, se observan indicios de que organismos como la ONU esconden el interés de grandes potencias y corporaciones por mantener a los llamados países en vías de desarrollo, como el nuestro, con bajas tasas de nacimientos. ¿Está dispuesto el Gobierno Petro - con su discurso de “Colombia potencia de la vida” - a seguirles el juego?

CARLOS ALFONSO VELÁSQUEZ

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