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Hay que hilar más delgado en esta premisa para nuestras relaciones con Venezuela. En el caso de Alemania y Francia sus diferencias políticas que las llevaron tantas veces a pelear, prácticamente han desaparecido. No hay ambiciones territoriales, ni ánimo imperialista para imponer a la otra un determinado sistema de gobierno. Ambas funcionan dentro del marco democrático y acatan el sistema multilateral. Sus fronteras dentro de una Unión Europea que se resiente del Brexit y de la crisis energética generada por Rusia, son bastante seguras. La cooperación en la lucha contra el crimen y el terrorismo es muy estrecha. No hay confrontación diaria de sus instituciones ni de sus voceros. Ningún delincuente francés piensa en esconderse en Alemania. Ningún mafioso en Alemania piensa en poner sus capitales mal habidos en un banco francés. Las fuerzas militares y de policía cooperan, comparten y trabajan mancomunadamente. Este contexto se da como decisión explícita de las dos naciones; no como consecuencia del comercio entre ellas. El comercio apareció en un marco de tranquilidad para los intereses de ambas y apalanca bien esa buena vecindad.
Igual análisis podría hacerse para Japón y los EE.UU., después de un ataque traidor a Hawai y dos devastadoras bombas atómicas, enfrentamientos crueles y prolongados durante la Segunda Guerra Mundial, ambos países tienen las mejores relaciones y gran dinámica conjunta en comercio, tecnología, servicios e inversión. Se da en un ambiente donde el Emperador de Japón no es una amenaza para la estabilidad mundial, ni las castas japonesas para la democracia. EE.UU. acogió bajo su ala el desarrollo económico y la seguridad niponas en el Pacífico; salvo la controversia sobre la base de Okinawa, las relaciones son muy estrechas. Sus principales intereses nacionales están a salvo. Y así otros ejemplos.
Restablecer relaciones políticas y diplomáticas con Venezuela y su régimen conviene a los intereses colombianos. El comercio está muy abajo en esa larga lista. Primero están la seguridad de nuestros habitantes de frontera y el tratamiento de la migración, ya en un 9% de nuestra población total. Le siguen la complicidad de las FF.AA. venezolanas con el narcotráfico y la protección que ellas dan al ELN y al crimen organizado de la Segunda Marquetalia y el Clan del Golfo. Están las rutas que en Venezuela sigue la coca del Catatumbo para ser exportada por aire al mundo entero. ¿El diferendo por las áreas marinas se va a tratar?
Petro quiere la Paz Total. Además de confiar en que la naturaleza humana ha evolucionado y que los criminales dejan de serlo porque se les da una oportunidad, tiene que poner a Venezuela a trabajar en serio en ello: ¿ayudará con la verificación del cese al fuego anunciado? ¿Golpeará a quienes lo violen? ¿Perseguirá ahora sí la coca y su producido? ¿Notificará al ELN que ser garante de una negociación significa también no tolerar su acción armada en Colombia y su repliegue a Venezuela? ¿Cómo afecta esta nueva relación, la nuestra con EE. UU.?
El comercio no es la prioridad. Dependerá de si EE. UU. mantiene las sanciones. El intercambio debe ser consecuencia, no motor. Chávez lo volvió un arma contra nosotros y nos chantajeó. Tuvimos que remplazar ese mercado a las volandas. Empiezan a pulular intermediarios. Mala seña.
La nueva etapa requiere más hombres y mujeres de estado que tengan claros los intereses nacionales colombianos. No mercachifles detrás de una comisión.
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