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Colombia, como ya lo he mencionado en otras columnas en este espacio, avanza muy tímidamente en diversificar su matriz energética y desaprovechamos recursos como el sol, el viento, las olas y los residuos para explotar otras fuentes de energía. No obstante también creo que la famosa transición energética no puede ser abrupta y no debe desaprovechar unos recursos económicos que sirven de manera indispensable para el funcionamiento del país y para financiar la misma investigación y desarrollo de las otras fuentes de energía. La generación de energía en Colombia proviene de un 63,7 % de recursos hídricos, mientras que el 31,5 % viene de recursos térmicos como el gas, carbón, fueloil y otros. Si la balanza se horizontaliza menos probabilidades tendremos de padecer la severidad de una crisis energética en el futuro.
Hoy, 21 de octubre, se conmemora el Día Mundial del Ahorro de Energía y más allá de hacer un minuto de silencio por el planeta (que bien se lo merecería con las exequias que le hacemos todos los días) hay una serie de pequeñas, pero significativas acciones que si todos las realizáramos generarían un impacto que pasaría de lo simbólico a lo pragmático.
¿Qué pasaría si por ejemplo empleáramos más la luz natural mientras fuese posible? ¿Si desenchufáramos los dispositivos o cargadores que no necesitamos? Vivimos dejando los bombillos y los televisores encendidos, así como todo conectado a las paredes como vampiros succionando energía vital. Nos rehusamos a apagar el aire acondicionado cuando podemos sentir la brisa y preferimos descongelar los alimentos en un microondas en lugar de hacerlo a temperatura ambiente. Nuestra especie es la materialización del despilfarro.
Soy un convencido de que la riqueza no está en tener más sino en necesitar menos.
Tus padres, tus maestros, los predicadores, todos ellos quieren obligarte a hacer algo que no quieres. Axl Rose.
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