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Durante un partido todos en la familia nos quedamos dormidos. Según cuenta Simon Critchley, en su libro “Qué pensamos cuando pensamos sobre el fútbol”, la somnolienta visión de controlar la bola y pasarla la expuso Bill Shanky, gerente del Liverpool FC por espacio de 15 años, en los años sesenta y setenta.
Los europeos pueden olvidarse del arco en la búsqueda de la perfección en el control y la absoluta sutileza en el pase, y dele de derecha a izquierda de la cancha y dele en la otra dirección.
Pareciera que la posesión es sinónimo de juego, triunfo y gloria. En un partido España llegó a tener posesión por la obscenidad del 80 %. Perdió. España, la misma que inventó el Tiki-taka, la del ingenio, la velocidad y el ataque mortífero de Iniesta, Xabi Alonso y Villa, y la defensa aguerrida de Jordi Puyol y Sergio Ramos, ha caído en la monotonía de Bélgica y Alemania, que por fortuna se fueron rápido del mundial.
Se podría pensar en una regla tipo básquet, que da un máximo de 25 segundos para lanzar a la cesta contraria. En fútbol puede ser dos minutos o tres. De alguna forma hay que romper esa monotonía de devolverse la bola sin término entre los defensores y un medio campista.
No me reconcilio aún con que Colombia no haya ido. Pero Argentina, Brasil, Ecuador y Uruguay llevaron un estilo de juego rápido, alegre y decidido hacia el arco contrario. Son equipos peligrosos y ponzoñosos, aguerridos y alegres. No adormecidos controladores y pasadores.
Hay que ser justos con Francia y Portugal, que sacan la cara por Europa, tienen cracks como Mbapé, CR7, Gonçalo Ramos y Benzemá, el gran ausente.
Otra ironía de este mundial fue el contraste entre la fase de grupos, cuando vimos países futbolísticamente “chicos” como Arabia Saudita, Marruecos o Japón derrotar a los grandes. Mandaron al polvo a los Goliats de Argentina, Brasil, España, Alemania y Francia. Pero en los octavos de final, los grandes volvieron a serlo. La inequidad futbolística impuso su ley y los Goliats le dieron tremendas tundas a los Davids.
Otra queja: los árbitros sienten que tienen que ayudarle a los equipos grandes, como en el penalti para Messi contra Polonia, y el de Brasil contra Corea. ¿De verdad? ¿Argentina y Brasil necesitaban que un empujón con penaltis mentirosos? Ambos ganaron esos partidos si esos gestos.
Que tal el penalti que le negaron a Senegal frente a Inglaterra cuando iban 0-0. ¿El Sr. Giovanni Vincenzo Infantino necesita manchar tanto el deporte para que no se arriesgue su lucrativo espectáculo de un mundial sin Argentina, Brasil o Inglaterra en los cuartos o las semis?
En la Fifa se asustan cuando un Colombia puede vencer a un Inglaterra y descansan cuando perdemos en los penaltis. El sistema de castas del fútbol debe mantenerse a toda costa. Esa es la función de la Fifa.
A pesar de todo, no logran menoscavar al fútbol que produce la hermosura de un Marruecos, un Arabia Saudita, un Brasil, un Senegal, un Túnez, y genialidades como las de Gonçalo Ramos de Portugal, Mbapé, Messi, el marroquí Boufal, los brasileros Martinelli y Richarlison, y el taponazo inolvidable de Corea para el 4-1 contra Brasil.
Con ellos evitamos perecer de abulia y bostezos viendo el control y los pases entre defensas en que parecen buscar degenerar este hermoso arte del fútbol. No lo lograrán.
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