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El mundial de Catar, ya en sus postrimerías, ha sido uno de los más vistosos de los últimos tiempos. La organización, según los conocedores, impecable; el uso de la tecnología, a la vanguardia; en lo deportivo, plagado de sorpresas. Marruecos pasó primero en su grupo, se instaló en la semifinal luego de eliminar a España y Portugal, y ahora va por Francia. Croacia eliminó a Brasil, el favorito de todos, y se enfrentó a Argentina. Alemania se despidió temprano, sin pena ni gloria, y Bélgica encarnó el más estruendoso fracaso.
Las polémicas no han faltado. La escogencia de Catar como sede del mundial permitió conocer el mayor escándalo de corrupción en la historia del fútbol. Los cataríes construyeron nuevos escenarios deportivos, un aeropuerto, un moderno sistema de transporte y mejoraron las carreteras; según los medios internacionales, más de treinta mil migrantes trabajaron en condiciones deplorables y miles de ellos murieron; los cataríes lo niegan y la OIT aún no se pronuncia. Las restricciones, las prohibiciones propias del régimen, incomodan a muchos, y en lo deportivo el VAR y el fuera de lugar semiautomático han generado muchísimas controversias.
No es la primera vez que un mundial lo organiza un país que desconoce los derechos humanos y limita el ejercicio de las libertades individuales. En 1978, el mundial se celebró en Argentina bajo la dictadura militar de Videla y en 2018 se realizó en la Rusia de Vladimir Putin.
Por supuesto que cuestionamos eso, pero por el hecho de que suceda, para quienes amamos y disfrutamos el fútbol, el mundial no deja de ser un gran espectáculo; y el de Catar, a pesar de todo, lo ha sido. Sí, el fútbol es el deporte más lindo del mundo; y así uno, el más grande o muchos se equivoquen, “… la pelota no se mancha…”.
"Lo que convierte la vida en una bendición no es hacer lo que nos gusta, sino que nos guste lo que hacemos" Goethe
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