El nombramiento del activista de izquierda, Daniel Rojas, como ministro de Educación ha generado una ola generalizada de rechazo nacional.
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Siguiendo el Principio de Peter, los funcionarios de la administración del presidente Gustavo Petro son encumbrados hasta su nivel de incompetencia. Para Petro, los altos cargos de su administración sirven para aprender, pero no para gobernar. Gobernar es lo de menos. Lo importante es su identidad ideológica, socialista de tinte revolucionario del M-19 y de preferencia, marxista. Lo trascendente para Petro es la lealtad ciega, no el conocimiento de los asuntos estatales bajo su cuidado, menos aún el comportamiento como ciudadano educado y cívico.
El caso de Rojas es emblemático. Rojas, magíster en Ciencias Económicas, deriva su experiencia profesional de su trabajo como miembro de la Unidad Legislativa de los entonces senadores Petro y Bolívar, luego en la Secretaría Distrital de Integración de la Alcaldía de Bogotá, y últimamente, en la dirección de la Sociedad de Activos Especiales, SAE.
El ministro de Educación y el presidente conforman el Gobierno en materia educativa. Sus funciones abarcan la administración del mayor presupuesto estatal en la formulación, orientación y dirección de las políticas para el desarrollo de la educación, incluidas su regulación como servicio público, la presentación, sustentación y seguimiento de las reformas educativas y la promoción de la cooperación internacional.
De la contrastación de la hoja de vida del ministro Rojas y las complejas funciones oficiales educativas del orden nacional, resulta evidente que su experiencia profesional no tiene relación alguna con las tareas educativas a su cargo. Los problemas con la designación de Rojas como ministro de Educación también son de forma, especialmente en una cartera que sirve de brújula para la juventud colombiana.
Como diría el Señor, por sus trinos los conoceréis. Los insultos y la grosería son la marca de agua de los trinos de Rojas. La forma como los escribe, descalifica con insolencia a la oposición, actitud propia de una persona indecorosa, que desprecia la educación y el civismo, dos cualidades esenciales para ser rector de la cartera educativa, que Rojas no tiene.
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