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Toda la información nos llega muchas horas después de los acontecimientos, cuando la diferencia horaria permitiría mostrarlos en tiempo real, en horario triple A. Sabemos de los que protestan en Rusia, de las víctimas civiles, de los misiles que cayeron en edificios de apartamentos, de los tanques dañados y muertos del bando ruso, mientras nos muestran únicamente el drama de los ucranianos.
Por no hablar de las propagandísticas imágenes de las bellas ucranianas en traje de guerra. Poco o nada sabemos de las acciones principales de la guerra, de las opiniones de los pueblos en las zonas ucranianas filorusas o de esos nuevos países cuya independencia Moscú dice defender tras ocho años de lucha, y solo de vez en cuando nos muestran ese conflicto desde la perspectiva rusa, con sus razones históricas, étnicas o geopolíticas.
En las acciones violentas siempre los agresores argumentan tener razones de peso, dicen sentirse amenazados, van por la paz del mundo, por la justicia y el respeto a los derechos humanos, para defender a un pueblo oprimido, para liberar a un país de la tiranía o proteger al mundo de armas de destrucción masiva. Argumentos que muchas veces no convencen o terminan siendo falsos.
Lo que sí es una verdad infalible en todas las guerras es que nunca son justas desde la perspectiva de las víctimas. Víctimas que difícilmente nos muestran cuando tumban edificios en la franja de Gaza, en Trípoli, en Bagdad, en Belgrado o en las otras centenas de ciudades que han sido bombardeadas en las guerras justas y cuyas acciones nos transmiten en vivo y en directo.
Estados Unidos y sus aliados han reaccionado ahora con una serie de sanciones económicas contra Rusia y generosas ayudas en armamento y dinero para Ucrania. Medidas que seguramente serán insuficientes para detener la guerra, como han sido fallidas allí donde Occidente ha actuado igual.
La paz como siempre se dará únicamente cuando el menos favorecido militarmente acepte las condiciones tras el diálogo forzado por el poder bélico. De esas sanciones económicas de Occidente, sobresalen las que van contra las empresas y el dinero de los oligarcas rusos, celebridades que hasta ayer eran buscadas para hacer negocios.
¡Oligarcas! Sí, así como suena de divertido, ¡Oligarcas! Como clamaba Jorge Eliécer Gaitán, no billonarios como se les dice a los ricos de nuestro bando.
Esta guerra injusta no comenzó hace unos días sino en el 2014, según Wikipedia, y antes de la invasión ya había dejado miles de muertos y desplazados. Pero de nuestra parte sabíamos quienes eran los malos antes del primer disparo, antes de que se levantara de nuevo la cortina de hierro.
Por eso la Otan ha hecho esfuerzos provocadores por llegar con misiles a sus fronteras, mientras nos han bombardeado todo el siglo con información negativa de los malos, que son los mismos desde 1945, aunque ahora sus ciudadanos ya no sean comunistas sino oligarcas.
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