El Cáliz de Elías

Darío Ortiz

Esta tarde, cuando se oculte el sol, comenzará la festividad de la Pesaj (pascua judía), que recuerda la liberación del pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto y su nacimiento como nación. Son siete días que comienzan con una cena ritual llamada Seder, que significa orden por la secuencia inalterable de los rituales, en la cual se relatará la salida de Egipto, se comerá matzá que es el pan ázimo, o sea sin levadura, luego las hiervas amargas, posteriormente se beberá las cuatro copas de las cuatro formas de la liberación y finalmente se comerá el sacrificio pascual.
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Ese primer día de pascua llamada la fiesta de los panes sin levadura, era lo que, de acuerdo a los evangelios, celebraban Jesús y sus discípulos, que eran judíos, la noche de la última cena y que ayer conmemoraron los católicos de todo el mundo.

El Seder de Pesaj es la fiesta de la libertad y su gran carga simbólica incluye un puesto extra, con una quinta copa que se coloca al centro de la mesa. Es el cáliz de Elías del que se espera su retorno una noche de pascua. El regreso de Elías, el poderoso profeta hebreo que subió al cielo en un carro de fuego, fue predicho por el profeta Malaquías y se asocia con la llegada del Mesías, de quien aseguran que traerá la paz al mundo. Por eso al término de la cena, y cuando se ha comprobado que no ha regresado Elías, su copa se derrama para que nadie la beba.

Jesús, que había dicho anteriormente que no venía a cambiar la ley sino a hacerla cumplir, en esa cena de Pesaj tiene varias acciones que lo separan de la rígida tradición que los congregaba como lavar los pies de sus discípulos en la mitad de la cena. Pero la principal es narrada en el evangelio de Lucas y se repite en cada liturgia eucarística: “después de la cena tomó el cáliz ( que en esa cena ritual solo podía ser el de Elías que debía regarse) y dando gracias de nuevo bebió y lo dio a sus discípulos diciendo, tomad y bebed todos de él…” Un gesto claro de rompimiento que seguramente terminó de desilusionar y convencer a Judas para traicionarlo, desencadenando el resto de sucesos que dan nacimiento al cristianismo separándolo de la religión judía, que siempre lo consideró un falso mesías por no haber traído la paz al mundo.

El acto de compartir el pan y ese vino del Cáliz de Elías y luego proponer un nuevo mandamiento, el que nos amemos los unos a los otros, posiblemente le costó la vida y posteriormente a millones de víctimas de las guerras de religión. Pero desde hace años cada Semana Santa, pienso en ese gesto de comunión, y me pregunto si lo que quería Jesús al hacerlo era convencernos que la paz, en este mundo de avaricia, odios y guerras, llegará solamente el día en que seamos capaces de amar al prójimo, compartir el pan de nuestra mesa y beber todos de la misma copa.

DARÍO ORTIZ

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