Con júbilo, esperanza y optimismo hace algunas semanas el mundo entero celebraba el histórico acuerdo suscrito por 195 países que hacen parte de la Convención Marco de Cambio Climático de las Naciones Unidas (firmada en la Cumbre de Rio de 1992), que busca soluciones a las problemáticas del cambio climático y controlar las emisiones de carbono en el planeta, el cual ha sido denominado como el COP 21, cuyo cumplimiento se convierte en el más grande reto, tanto para países desarrollados como en vía de desarrollo. Ante este panorama, Colombia sigue siendo el país de las contradicciones, sobre todo cuando de asuntos ambientales se trata, de allí nuestra desconfianza, preocupación y moderado optimismo en que el COP 21 sea cumplido en el corto y mediano plazo en nuestro país, como lamentablemente sucedió con el Protocolo de Kioto.
Por un lado tenemos un gobierno que promueve y defiende la explotación de minerales en zonas de páramo, reservas forestales y despensas agrícolas; la desviación del cauce de ríos para proyectos hidroeléctricos por encima del derecho al mínimo vital de agua a comunidades enteras; el fracking para la explotación de petróleo y gas, sin importar los demostrados efectos adversos para el medio ambiente, en especial los acuíferos subterráneos; pero a su vez firma cuanto tratado, pacto o convenio internacional que se promueva en materia ambiental sin que los mismos sean cumplidos a cabalidad.
Este panorama nos hace pensar que la firma del COP 21 se convierta en un nuevo saludo a la bandera, dudas que toman mayor fundamento cuando vemos cómo desde la Presidencia de la República se desconoce el principio de soberanía popular en que se fundamenta el Estado Colombiano, se priva a los Municipios y comunidades indígenas del principio de autonomía territorial que constitucionalmente les permite ordenar y proteger sus territorios, al mismo tiempo que se reducen y centralizan competencias en materia de protección y control ambiental que la Constitución y la ley había asignado a las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) que ya ni son autónomas ni son regionales.
Mientras esto sucede y los países continúan tratando de “ponerse de acuerdo” para controlar y disminuir las emisiones de carbono, el planeta nos sigue pasando cuenta de cobro, el calentamiento global no da tregua, el deshielo de los últimos glaciales no se detiene, los nevados desaparecen y en el Tolima seguimos reportando Municipios con temperaturas de hasta 43 grados centígrados, lo que convierte en un imperativo para el mundo entero tomar de una vez por todas en serio el más grave problema que hoy afrontamos y del cual depende la supervivencia de todas las especies que habitan nuestra casa: el planeta tierra.
Trabajar mancomunadamente por un mundo sin combustibles fósiles debe dejar de ser un sueño, invertir decididamente en la implementación de alternativas energéticas como la solar o eólica y sistemas de transportes sostenibles tiene que dejar de ser un discurso que adorna los planes de desarrollo y convertirse en un asunto de interés nacional si queremos aportar algo para resolver la crisis climática que amenaza con desaparecer la raza humana.
Concejal - @camilodelgadoh
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