El 2016 fue, sin lugar a dudas, uno de los años de más bajo crecimiento económico para nuestro país en el presente siglo. La desaceleración fue más fuerte de lo que se pensaba, un crecimiento de la economía cercano al 2%, una tasa de inflación del 5.75%, la tasa de desempleo en 9.4% y un dólar por encima de $3.000, son claro presagio de que 2017 será un año difícil para los colombianos.
Múltiples los fenómenos impactaron nuestro país: la desaceleración en la mayoría de las economías; la crisis petrolera, la incertidumbre política en algunas regiones; los procesos electorales con resultados que nadie esperaba, cuyas reacciones en el mercado a mediano y largo plazos están por verse.
El rumbo de la economía colombiana en 2017 estará marcado por hechos como la recientemente aprobada reforma tributaria, la consolidación del proceso de paz con las Farc, el rumbo de las negociaciones con el ELN, la tasa de intermediación del Banco de la República, el precio del petróleo, las relaciones con los Estados Unidos en la era Trump, la recuperación económica de nuestros grandes aliados y el comportamiento de la inflación. Todo esto conllevará a un debilitamiento moderado del gasto en los hogares, que deberán hacer un forzoso ajuste al manejo del endeudamiento, priorizar la adquisición de bienes y servicios y medir cuidadosamente el gasto doméstico para sobrevivir a esa mayor carga tributaria que resultó inversamente proporcional al incremento del salario mínimo mensual, que hace mucho dejó de ser “vital y móvil”.
Para tratar de contrarrestar todo lo anterior, 2017 está llamado a ser el año de las regiones para las cuales tres factores fundamentales incidirán en el ritmo de su crecimiento. Primero, la agilidad para contratar las obras que debieron haber planeado en el primer año de mandato gobernadores y alcaldes; segundo, la rapidez y eficacia para lograr la aprobación de proyectos para ser financiados con recursos de regalías, y, tercero, el ritmo y avance de las denominadas vías 4G, obras que, si bien es cierto son de carácter nacional, generan empleo en los municipios donde se ejecutan.
Pese a que expertos y analistas económicos auguran expectativas favorables, para el colombiano de a pie el panorama es otro. Mientras el Gobierno nacional pronostica buenos vientos y un panorama alentador con el mayor recaudo que generará la reforma tributaria, el ciudadano del común tiene que acudir a todo tipo de “maromas” para cumplir con las obligaciones derivadas del incremento en los servicios públicos, la canasta familiar y los altos costos de la educación, acudiendo inclusive muchos de ellos al ‘gota a gota’ para cumplir con los gastos de matrículas, pensión y útiles escolares.
Mientras que el presidente Santos centra sus expectativas en factores externos como el incremento en el precio del petróleo, el despegue de la inversión en infraestructura y los dividendos que resulten si logramos culminar de manera exitosa el proceso de paz, el colombiano promedio deberá luchar contra la inflación, el aumento de las tasas de interés, el desmonte de subsidios y las políticas económicas de un Estado alcabalero, que solo amplía la base tributaria sin procurarla, castigando a los pequeños contribuyentes y haciendo muy poco por combatir la corrupción, con un agravante: éste será un año preelectoral y como tal, con altos intereses políticos que ponen en riesgo los recursos destinados a la inversión en las regiones.
Concejal
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