“En Ibagué, el fantasma de los ‘elefantes blancos’, la triquiñuela y los procesos viciados en multimillonarios contratos aún ronda con desesperación y ni nosotros como medios, ni la ciudadanía en general callará ante uno más” escribió El Nuevo Día en su editorial dominical de hace algunas semanas y que precisamente tituló “El fantasma de la corrupción”.
Lamentablemente toca volver a poner el tema sobre la mesa porque la lucha contra la corrupción volvió a perder una batalla el viernes anterior en Ibagué cuando el propio alcalde Guillermo Alfonso Jaramillo, en un acto sin precedentes, sacó de su puesto al Contralor de la ciudad.
Seamos francos: la ciudad se merece algo mejor. Es vergonzoso lo que ha pasado con los entes de control durante esta administración. De entrada surge un interrogante: ¿cómo es posible que el alcalde pueda poner y quitar contralores como si fueran subordinados suyos?.
Y es que después de los “errores” cometidos en la designación de Personero y Contralor por parte del Concejo, Jaramillo no tuvo ningún reparo en encargar a las cabezas de la Personería y la Contraloría en la ciudad.
Pero no solo el Alcalde terminó nombrando a los entes de control. Diez meses después de nombrado, el Contralor municipal presentó un informe de auditoría en el que dejó en entredicho la supuesta transparencia que pregona esta administración y la respuesta de la Alcaldía no fue defender su obra de gobierno, ni a sus funcionarios ni a su particular forma de contratación. Simplemente optó por irse lanza en ristre contra el probo funcionario y días después apartarlo de su cargo, como si se tratara de un subordinado suyo.
¿Qué pretendía la administración? ¿Un contralor de bolsillo? ¿Un contralor que pasara de agache los presuntos detrimentos patrimoniales y omitiera en su informe los hallazgos por más de 15 mil millones de pesos que encontró el equipo auditor? ¿Un contralor que no prendiera las alarmas en la ciudad cuando estableció que el 94% de la contratación se hizo a dedo? ¿Un contralor que no cuestionara el crecimiento desmesurado de contratistas en que ha incurrido esta administración?.
Para encontrar un caso similar quizá haya que cruzar la frontera, como lo sugirió un portal de Internet: “Al mejor estilo Maduro, alcalde sacó al contralor de Ibagué de forma ilegal”.
A Jaramillo pueda que le molesten mucho los controles, pero a los ibaguereños no. Lo ocurrido con el contralor Diego Mauricio Visash, así como la bravuconada con el director de la Cámara de Comercio para impedir que se auditaran las actuaciones de esta administración en el tema de Juegos Nacionales, no huelen para nada bien.
Entre tanto la ciudad sigue a la espera de cómo terminarán varios escándalos que ha protagonizado esta administración, entre otros, el famoso del alumbrado navideño.
Ojalá y la secretaria de Cultura, Ana María Bernal, no corra la misma suerte de Visash. Ella ha sido una funcionaria valiente que no solo se atrevió a defender los recursos públicos en el cuestionado convenio del alumbrado, sino que adicionalmente fue capaz de denunciar presiones “non santas” en el interior de la Administración municipal.
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