A partir de hoy los invito a que hagamos un recorrido por nuestro reciente pasado, no solo para honrar la memoria de nuestras víctimas sino para llamar a la conciencia y rectificar el rumbo.
Antes de la llegada de la seguridad democrática del presidente Uribe, muchos municipios y corregimientos del Tolima y de Colombia eran impenetrables no solo para turistas sino para los habitantes oriundos de dichos lugares.
Por ejemplo, el 21 de mayo de 1996, un policía y un soldado muertos, dejó la incursión de 50 guerrilleros del Frente 21 de las Farc en la inspección de Junín, zona norte de nuestro Departamento, a 40 kilómetros del casco urbano de Venadillo.
Los subversivos pretendieron tomarse el puesto de Policía y atracar la Caja Agraria, pero 10 valerosos uniformados resistieron el ataque que duró tres horas.
Kilómetros más hacia la montaña, y luego de pasar por el casco urbano del hermoso municipio de Santa Isabel, tierra de arrieros, arveja, ganado y riqueza de sus gentes llegamos a los termales de la hacienda La Yuca, donde nos encontramos una de las centenares historias de lo que pudo haber sido y no fue, en cuanto a los sueños de empresarios y agricultores visionarios que perdieron la batalla contra la violencia. Por aquellos años, el ingeniero civil Rodolfo Hartman visionó que podría convertir un nacimiento de aguas termales y azufradas de las faldas de los nevados Santa Isabel y Ruiz, en una moderna piscina con instalaciones para deleite de turistas de todas partes del país.
Y aunque comenzó la obra con gran entusiasmo y compromiso, los violentos truncaron sus anhelos.
A pocos kilómetros de este sitio, Rodolfo se negó a detenerse en su vehículo en un retén ilegal y fue vilmente asesinado. Su crimen hoy sigue en la impunidad.
De su sueño de desarrollo para esta región solo quedan ruinas de una piscina y vestieres en obra negra que no solo consume la maleza sino el olvido. La familia de Rodolfo desde entonces se dio por vencida y ese pedazo de la finca La Yuca se convirtió en Paso Real, donde el que quiera se baña en la pequeña mana, no sin antes contemplar a su paso lo que el señor Hartman soñó alguna vez.
Haciendo un recorrido en la actualidad, algunos de los campesinos y finqueros nos advierten que en los dos últimos años han reaparecido algunos brotes de delincuencia y extorsión, lo que nos hace pensar que aún estamos a mitad de la tarea.
Las víctimas de esta zona de Colombia, las de la Tierra Firme y el Bunde, como las de Junín en Venadillo y Santa Isabel, reclaman justicia, justicia sin impunidad.
Se debe recuperar el rumbo con autoridad, luchando por bajar los impuestos que empobrecieron también el campo y combatiendo frontalmente la corrupción. Solo así podremos encontrar una verdadera paz y garantizar que no se generen nuevas violencias.
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