La lucha que emprendieron periodistas y ciudadanos de Ibagué contra los injustos incrementos del impuesto predial deja varias lecciones.
En primer lugar, que frente al autoritarismo ciego del alcalde Jaramillo la movilización popular fue la única respuesta democrática y legal posible.
Miles de ciudadanos indignados rechazaron los desafueros de la ignorancia y la insensatez de un mandatario irresponsable que en dos años largos de gestión no ha respetado la ciudadanía y ha herido con sus palabras y sus actos los derechos fundamentales de los ibaguereños.
Jaramillo ha recibido una dura y rotunda lección de la más legítima de todas las autoridades, la que proviene del libre sentir de los ciudadanos.
Los déspotas, los autoritarios se creen superiores a sus gobernados y con licencia de hacer y decir lo que les venga en gana, se burlan de los demás, se ríen de sus derechos y le hacen el quite a la ley y a los reglamentos, y utilizar a otros para esconder sus verdaderos fines como lo hacen algunos burgomaestres con concejales y subalternos suyos.
En Ibagué, Jaramillo quedó avisado que le llegó la hora de rendir cuentas, que su desprestigio es inmenso y creciente y que un grupo de periodistas valientes, con Rubén Darío Correa a la cabeza, lograron sacar de la indiferencia y la inacción a una ciudadanía herida e indignada, que volvió por sus fueros, tomándose los escenarios legítimos de la democracia, las calles y las plazas que solo les pertenecen.
El Alcalde fue notificado que la lucha para recuperar la ciudad apenas ha comenzado. Se le convirtieron de la noche a la mañana, a quienes llamó tres pelagatos, en más de 25 mil ciudadanos indignados que le gritaron en la Plaza de Bolívar: ¡Ibagué se respeta!
Saque de Banda: Claro que también en la plaza de Bolívar se escuchó al pueblo gritar: “Jaramillo, pillo, pillo”.
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