Después de haber estudiado Derecho en la Universidad Sergio Arboleda, Urbanismo y ordenación del territorio en la Universidad San Pablo CEU de Madrid, España y Acción política y participación ciudadana en la Universidad Francisco de Vitoria de la misma ciudad, puedo expresar con orgullo que durante los últimos ocho años he realizado un doctorado en calle, recorriendo cada rincón de Ibagué, escuchando las inquietudes de las comunidades, diagnosticando las problemáticas de los barrios y veredas y sintiendo como propias las dificultades de los niños, jóvenes, madres cabeza de hogar y adultos mayores.
Pero también estos ocho años, que para algunos fueron un tiempo perdido, los he utilizado para sensibilizar a la población sobre lo importante que es participar en los procesos democráticos obedeciendo a los intereses superiores del país, el departamento y el municipio.
Y después de tanta dedicación y esfuerzo, los resultados electorales de la semana anterior me llenan de ilusión y optimismo.
No era fácil lograr una credencial con un trabajo de opinión en un Tolima cooptado por las maquinarias y las prácticas clientelistas.
Se abre así, un gran espacio para los nuevos liderazgos que no quieran seguir el camino de la politiquería y la complicidad a cambio de espacios de poder: es precisamente el camino de la buena política.
Esa buena política que se hace con los ciudadanos. Esa que elimina los intermediarios y permite al elector votar por aquellas personas con las cuales hay identidad y credibilidad.
La política en la cual no hay de por medio puestos, contratos ni dádivas.
La política en la cual no hay ni candidatos prepago, ni votantes con la misma modalidad.
La política que permite hacer cambios positivos en la calidad de vida de la gente.
La representatividad parte de un supuesto elemental: es físicamente imposible sentar a todos los ciudadanos para tomar decisiones. Se requiere de unos que hablen por los demás. Pero en este escenario se ha venido cambiando la fórmula y se ha perdido la credibilidad, la confianza y hasta la esperanza.
Claro que la culpa no es toda de los políticos. Es imposible que en una democracia se elijan y reelijan los corruptos, si los electores son todos honestos.
Por último, una recomendación a los jóvenes apasionados por la política: conéctense con los sectores populares. Busquen el elector primario y por supuesto, no dejen para última hora la tarea. La buena política se hace todos los días y a todas las horas. La buena política se hace con convicción.
Saque de banda: un agradecimiento especial a los 32.770 Tolimenses que me apoyaron para llegar a la Cámara. Seguiremos con el diálogo ciudadano, solo que ahora en todo el Departamento.
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