¡Liberaos de la dependencia del móvil. Por favor! Reclamó, muy angustiado, el Papa Francisco a todos los jóvenes del mundo, consumidos por completo en la “fascinación” que ofrecen tabletas y teléfonos de comunicación móvil. El Sumo Pontífice no desconoce que son de gran ayuda y hay que usarlos; pero advierte que si uno se convierte en esclavo del teléfono, pierde su libertad y aún fue más lejos: El Santo Padre comparó el uso del celular con la droga, por la dependencia que estos aparatos están generando en los seres humanos.
El Papa Francisco interpretó, como en otras ocasiones, la preocupación creciente de millones de familias sobre la avalancha de información y de posibilidades que las nuevas generaciones encuentran en los denominados Smartphones o teléfonos inteligentes. Esa percepción ponderativa que “mi hijo o mi sobrino es un genio” porque maneja a la perfección aplicaciones de toda índole, ha venido cambiando por una especie de alarma: “claro, por estar metido tantas horas en ese aparato, ya ni cuidado nos pone”. Esta generación se está volviendo aislada, poco participativa en actividades familiares y, peor aún, las relaciones interpersonales han cambiado dramáticamente.
Según un estudio serio de la reputada Academia Americana de Pediatría, en niños de 3 a 5 años se recomienda una hora de uso de pantallas interactivas. En niños entre 6 y 18 años, no más de dos horas al día.
Sin embargo, la realidad es muy distinta a estas recomendaciones. La misma Academia Americana de Pediatría, asegura, que en promedio, los niños de 8 a 10 años pasan casi ocho horas diarias frente a una variedad de medios diferentes y los adolescentes pasan más de 11 horas diarias; definitivamente, datos muy reveladores, que seguramente conoce muy bien el Papa Francisco.
Pero no son sólo los jóvenes quienes están padeciendo los estragos del uso exagerado de los teléfonos y aparatos móviles en la vida diaria. El consumo excesivo ha causado ya accidentes de tránsito con saldos desastrosos, accidentes laborales, accidentes al caminar y daños colaterales en las relaciones laborales.
Es hora de cambiar los hábitos. No usar el celular cuando se comparte en familia, responder solo los mensajes urgentes en la casa. Tampoco utilizarlo en la mesa cuando se toman los alimentos.
Hay que reducir el número de horas en el celular; en reuniones y sesiones, poner mayor atención a las personas presentes, dejando de lado el teléfono. Y definitivamente, no usar el celular cuando se conduce. Por salud mental y por el interés de mejorar las relaciones interpersonales también se debe poner freno al mundo, cada vez más envolvente, de los aparatos tecnológicos.
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