Ibagué despide con mucha pena y ausencia de gloria al alcalde más alcabalero que ha tenido, por lo menos en los últimos tiempos.
Lo despide con pena, porque su Administración terminó siendo la fiel radiografía de todo lo que criticó en su camino hacia el primer cargo del municipio. Escándalos de corrupción, bajos indicadores de gestión, contratación a dedo en su máxima expresión, exagerados gastos de publicidad y un sinnúmero de promesas incumplidas, entre las cuales está ni más ni menos que la culminación de los escenarios deportivos.
Pero también lo despide con ausencia de gloria porque los graves problemas con los que recibió la ciudad siguen estando presentes y como si fuera poco, se suman dos más, que sin lugar a dudas deben ser prioridad para el próximo mandatario.
En materia de servicios públicos la situación sigue siendo caótica. A las problemáticas de Combeima y Cay, ahora se sumó la de Cocora.
La movilidad desmejoró por cuenta de suntuosos contratos de reductores de velocidad y el desempleo año a año terminó superando el de su antecesor.
Y entonces llegamos a la fresa del pastel, los dos regalos que le deja esta Administración a los ibaguereños, ‘con todo el corazón’.
En primer lugar, deja una ciudad dividida, completamente polarizada por cuenta de decisiones que tienen que explicarse, más desde lo ético que desde lo jurídico, y que le representarán muchos millones de pesos en ganancias a por lo menos un constructor, mientras cerca de cien mil habitantes en los barrios del sur, se quedaron viendo como el tubo que les debía llevar el agua a sus casas siguió de largo con el preciado líquido por cuenta de un cambio de diseños sacando del sombrero. Una obra que se concibió para su beneficio, pero que a día de hoy por cuenta de una ‘alcaldada’, el agua primero irá a La Pola, y posteriormente, cuando llegue un mandatario que destine los recursos, se tendrá que ‘bombear’ hacia las comunas 12 y 13. Es decir, en lugar de tratarse el agua en Boquerón, como inicialmente estaba diseñado el proyecto, se va a llevar hasta La Pola, para después en teoría subirla a un alto costo.
Eso puede explicarse desde lo jurídico, pero desde lo ético y lo técnico, difícil, difícil...
Lo de alcalde alcabalero, lo entienden muy bien desde los bolsillos de los paisanos.
Los aumentos en materia de tributos que hemos soportado los ibaguereños en este cuatrienio no tienen precedentes.
Afortunadamente, en lo que tiene que ver con el predial, ya está para sanción presidencial el proyecto de ley que le pone límites a los abusos en los aumentos del mismo.
Es así como esos incrementos de más del trescientos por ciento no se podrán volver a presentar en nuestra ciudad.
Recuerdo el debate que hicimos el año pasado, en donde pusimos sobre la mesa en el Congreso los abusos que se estaban cometiendo en ciudades como Ibagué, debate al cual todavía le falta una segunda parte, porque uno de los puntos del mismo está pendiente de revisión, como es precisamente ese convenio entre la Alcaldía y el Igac por cerca de nueve mil millones de pesos.
Afortunadamente, parafraseando a los abuelos, en materia de alcaldes nefastos: ¡no hay mal que dure más de cuatro años, ni pueblo que lo resista!
Saque de banda: Con todo esto y todavía preguntan porqué no pega el candidato del continuismo...
Representante a la Cámara
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