La pandilla de la mezquindad

Cicerón Flórez Moya

Es insólito –como está ocurriendo en Colombia- que a la causa de la paz se le atraviesen adversarios tan enconados movidos por el talante de la mezquindad.

Se oponen porque tienen intereses políticos contrarios al anhelo colectivo y naturalmente, consiguen poner de su lado a incautos sometidos por la propaganda falaz capaz de infundir pánico a punta mentiras y de otras formas de distorsión de la realidad.

El engendro del fantasma del ‘castrochavismo’ o de la sumisión a las Farc hizo parte de los perversos recursos de propaganda desorientadora.

El resultado de la votación en el plebiscito del 2 de octubre está ligado a la estrategia sucia de la tergiversación utilizada por quienes promovieron la campaña del No, como lo reveló el dirigente del Centro Democrático, Juan Carlos Vélez, seguramente para hacer gala de su capacidad de trampa.

Fue esa una forma de fraude, con lo cual la ‘victoria’ de que se ufanan sus inspiradores es pírrica y vulnerable por el grado de ilegitimidad que le toca.

Si bien es cierto que la mayoría debe acatarse en los eventos electorales, se deben tomar en cuenta las condiciones en que se realizan. Cuando intervienen factores de desvío de la voluntad popular mediante prácticas viciadas se cae en lo deleznable y no pueden tomarse como expresión auténtica de la democracia. Pero siendo la paz tan fundamental para todos, la participación de los diferentes sectores es indispensable. Y el debate alrededor de lo que se acuerde debe tener como finalidad su fortalecimiento y no el resquebrajamiento de lo que se ha hecho para garantizar el cumplimiento de las soluciones consideradas esenciales de cara al desarrollo social y la democracia. Las reacciones de los expresidentes Álvaro Uribe Vélez y Andrés Pastrana, acolitados por partidarios obsecuentes y dogmáticos, con respecto al Acuerdo Final a que llegaron el Gobierno de Colombia y las Farc, no corresponden propiamente al mejoramiento de lo que se pactó.

Buscan, más bien, crear confusión y debilitar el proceso, corriendo el riesgo de que se frustre esa salida negociada del conflicto armado y entonces se vuelva a la confrontación o a las acciones de guerra que han acosado a la nación.

Se trata de una oposición egoísta, no desprovista de envidia y con una evidente falta de grandeza de quienes tanto le deben al país por lo que han conseguido de privilegios y de poder en sus vidas.

Uribe y Pastrana fueron presidentes sin interferencias. En los tres períodos que suman los dos, los resultados de sus gobiernos no fueron tan significativos, como pretenden presentarlos sus seguidores incondicionales.

El país siguió acumulando problemas. No se erradicó la corrupción y, por el contrario, la recurrencia de actos escandalosos de altos servidores públicos fue mayor. El conflicto armado mantuvo su curso y el narcotráfico tampoco cedió y se arraigó en el paramilitarismo consentido con toda su turbulencia de violencia criminal.

Ponerle tantos palos a la rueda de la paz es una mezquindad atroz, así los comprometidos en ese ejercicio se inventen argumentos de engañoso patriotismo.

PUNTADA

La reforma tributaria presentada al Congreso por el Ministro de Hacienda hay que debatirla a fondo. No se puede tragar entero. El Gobierno tiene que pensar en términos de equidad y no de mera utilidad.

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