Una Ministra de Cultura, hace varios años con motivo de la Expedición Botánica, expuso en el Hotel Ambalá con bombos y platillos la Ruta de Mutis y un grupo de asistentes le protestó por no incluir el Valle de San Juan. La Ministra le pasó la pelota a sus asesores que ignoraban el paso de José Celestino Mutis por ese lugar y la labor científica que allí cumplió. Prometió estudiar el caso y el tema quedó de ese tamaño.
La semana pasada fue la Ministra de Comercio Industria y Turismo la que presentó la Ruta Mutis, algo muy importante para el turismo del Tolima, sin incluir el sitio donde nació la Expedición Botánica. Amablemente aceptó mi observación, reforzada por el Alcalde de Ibagué sobre la falla en la Ruta.
Algo sale a flote en este par de eventos: carencia de asesores que conozcan la cultura de las comunidades para las cuales planifican desde un escritorio e ignorancia de nuestra historia.
No sobra recordar que José Celestino Mutis llegó a la Nueva Granada en 1760 como médico del virrey Pedro Messia de la Zerda. Había realizado estudios de Astronomía, Física, Matemáticas, Zoología y Botánica y tenía la idea de publicar la Historia Natural de la América Septentrional Española.
Desde Cartagena en 1763, envió una solicitud a la Corona para iniciar la Expedición Botánica, solicitud que reiteró en 1764. En 1782 llega la visita de Caballero y Góngora, arzobispo y virrey al trabajo de Mutis y allí en el Valle de San Juan concelebró la misa con el científico y observó los loros de Mutis, la clasificación y reporte de 420 especies de plantas, más de 80 de animales y la descripción de 20 grupos de hormigas.
Mutis envió su historia de las hormigas al sabio alemán Linneo para su posible admisión a la Academia de Upsala. A este científico que trabajó sin descanso en el Valle de San Juan se debe la primera descripción de una danza del Tolima, la danza de las hormigas Cucunchas.
Todos estos progresos científicos de Mutis entusiasmaron al Arzobispo Virrey, quien tan pronto regresó a Santa Fe creó provisionalmente la Expedición Botánica y designó como su director a José Celestino Mutis, quien para esa época ya cumplía las funciones de mayordomo de las minas de oro, plata y cobre de la Mina del Sapo, localizadas en predios del Valle de San Juan que posteriormente fueron abandonados después de la Batalla de Boyacá.
Un trabajo con el petroglifo conocido como La Piedra de Letras, fue el camino para que dos siglos después, la Corporación Cultura y Desarrollo inspeccionara las ruinas abandonadas y se iniciara un largo proceso de documentación, utilizando archivos de España y Colombia (todavía no existía Internet) y de trabajo con la comunidad.
Se iniciaron conversatorios y conferencias sobre el tema. Se creó el comité cultural de las escuelas de El Dinde, La Manga, Capote y Santa Rosa. Se volvió algo normal los paseos al Sapo a conocer las ruinas, observar las hormigas y bañarse en dos bellas piscinas naturales que hay en el lugar. Ya en 1990 se organizaron las jornadas de Mingas Culturales para limpiar las ruinas.
Se vivió una época muy activa con el apoyo del alcalde Eustaquio Gutiérrez con quien se rescataron las danzas autóctonas y se revivió el San Juan contando con la visita del maestro Manuel Zapata Olivella y el Patronato Colombiano de Artes y Ciencias.
Se volvieron frecuentes los paseos de instituciones educativas de Ibagué y Bogotá –Transportes Colmenares colaboró permanentemente- .Eduardo Aldana Valdez como Gobernador, visitó las Ruinas del Sapo con parte de su gabinete y lo mismo hizo Carmen Inés Cruz como rectora de Coruniversitaria. Debe resaltarse además, el respaldo permanente de EL NUEVO DIA. Por eso, resulta difícil encontrar las razones para que se siga ignorando la cuna de la Expedición Botánica. Opine y le buscamos la comba al palo.
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