La ética, el honor y la palabra

Héctor Manuel Galeano Arbeláez

En otros tiempos la ética y el honor no eran animales raros sino algo muy corriente en políticos, funcionarios públicos, hombres de negocios y directivos de iglesias, para dar un ejemplo. Era algo tan normal como encontrarse el ‘Múan’ en el Magdalena, las brujas en Ambalema o la Madre de Agua en Alvarado.

En esos días la palabra valía, la palabra empeñada era una escritura. Simplemente se respetaba. Lo prometido se cumplía sin sacar disculpas con argumentos sin razón.

Es algo que vale la pena traer a la memoria ahora que lo prometido y pactado en La Habana sobre el proceso de paz se manda al carajo por quienes hasta no hace mucho respaldaban la conciliación entre los colombianos y ahora por intereses no solo politiqueros hacen de arepas de mute, que se tienen que voltear muchas veces para quedar asadas y ahora andan con el petate de fiesta en fiesta. Tienen a su favor la pérdida de ética y la falta de defensa de los principios de los partidos tradicionales y, además, la exagerada influencia del narcotráfico.

A lo hecho trecho, así sea con macheto. Hay un nuevo Congreso renovado con caras viejas, muchos vicios y delincuentes con prestigio. Algunas caras nuevas como la de Mockus que nos llenan de esperanza.

Toca esperar que no lleguen a legislar en beneficio propio y conviertan en realidad la lucha contra la corrupción y la impunidad, comenzando por destapar lo archivado por la vergonzosa Comisión de Acusaciones, la vinculación del exfiscal Luis Camilo Osorio con el paramilitarismo, la corrupción sin límite del magistrado Leonidas Bustos que está pasando de agache, los crímenes de Saludcoop, Montealegre como fiscal y los que mamaron de las tetas de Odebrecht, entre otros.

Que por lo menos hagan control político y trabajen en favor del campesino, que se esfuercen por entender lo que es cultura y la importancia de la educación, que luchen contra la inequidad y la injusticia, que piensen en mejorar los privatizados servicios de salud y la atención a los niños y a los jóvenes, que la mujer reciba el trato que merece, que trabajen por el bienestar de los colombianos.

Tiene que desaparecer la maldita costumbre de dar trato especial al delincuente de cuello blanco, de no investigar a los que han tenido poder, o que luchan por el poder para asegurar impunidad.

Por el bien de las Fuerzas Armadas estas deben dejar de ser consideradas un cuarto poder. Desde su fundación han tenido faltas de algunos de sus miembros, pero hoy se ha llegado hasta la premiación de falsos positivos. Bueno sería recordarle a los militares que la defensa de la Constitución es su primera obligación, y que ojalá regresen los tiempos cuando un uniformado infundía respeto y era admirado por la comunidad que lo trataba con cariño. No más miembros de las Fuerzas Armadas en alianzas con grupos ilegales. No más.

Ñapa. Dolores sufrió violencia de ‘guerrillos’ y ‘paracos’ que solo cruces y pobreza le dejaron al pueblo. El Gobierno Nacional desconoce su existencia y la Registraduría Nacional no aparece con los recursos para la consulta popular, con la que busca decidir sobre su territorio y sobre las actividades petroleras, así como fortalecer la defensa del Bosque Galilea. Afortunadamente el municipio cuenta con un alcalde defensor del medio ambiente, Gelman Betancourt, que tiene el respaldo de la comunidad para ganar esta batalla que, aquí entre nos, debe ser de todos los tolimenses.

Comentarios