Incultura del Gobernador y el Alcalde

El homenaje rendido a William Ospina, hace dos días en el salón Alberto Castilla y promovido por la Universidad de Ibagué y la Fundación Musical de Colombia

Revistió un carácter especial, distinto a los tradicionales -y a veces frecuentes- reconocimientos a distinguidos próceres donde las loas a la persona, a veces exageradas, terminan por amoldar el evento como un acto fraternal, interesado o no, pero sin ningún contenido temático de fondo. Lo de William, decíamos, fue un evento esencialmente cultural, donde primó más el énfasis en valores que en personas.

Y, tenía que ser así, entre otras razones por las calidades intelectuales de los oferentes y del homenajeado. Alfonso Reyes, llegó al reconocimiento del exaltado a partir de afianzar valores de contenido ciudadano y de desarrollo integral.

Eduardo Aldana, persistiendo como siempre lo ha hecho, en la necesidad de concebir la educación como plataforma de convivencia y solidaridad antes que rivalidad y competencia.

Y William, recordando su infancia y el familiar entorno musical, en un bello y agradable ejercicio dialéctico de observación a la relación –¿o inexistencia real en la actualidad?- entre los valores inherentes a la política y la música en Colombia, preguntaba con asombro, porqué un país musicalmente rico como el nuestro, vivía un infierno tan desesperante en pobreza, marginalidad y violencia, cuando se presume que lo musical hace parte también de una forma civilizada y humanista de concebir la vida, la sociedad y las relaciones de poder.

Sin irse por las ramas, William señaló a la clase dirigente como culpable de este y de otros muchos desastres, que en el futuro tenemos que superar consolidando relaciones de solidaridad, respeto, confianza y convivencia entre nosotros.

En relación con el Tolima, el homenajeado no tenía porque saber que hace pocas semanas, desde ese mismo atril la saliente rectora del Conservatorio, denunció que salvo una excepción en relación con los gobernadores, a éstos y a los alcaldes de Ibagué, por lo general, les importa un carajo la suerte de instituciones como el Conservatorio.

La música –y eso si lo sabe bien el exaltado- constituye un patrimonio cultural que en el Tolima, lo conservan e impulsan personas naturales y jurídicas con proezas financieras, de verdad heroicas, dignas de toda admiración y respeto.

Volviendo al evento de exaltación de valores humanos tolimenses, en esta oportunidad en cabeza de William Ospina, resulta necesario registrar que al homenaje no asistieron ni el Gobernador ni el Alcalde de Ibagué.

Es más, ni apareció ningún delegado en nombre de esos despachos. Y peor aún: no enviaron ni un sencillo saludo. Y la verdad, en confianza aquí entre nosotros: no hicieron falta. El acto en sí, constituyó una afirmación tolimense de fe en el humanismo y en la democracia integral. Afortunadamente.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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