Disparos al aire: Recordando a Melo

Los Melo son personajes importantes para recordar esta semana en el Tolima. Por una parte, se cumple el aniversario 158 de aquel 17 de abril de 1854 cuando el General José María Melo llegó al poder en Colombia, en nombre y representación del pueblo, más concretamente de los artesanos.

Debido a esa especial conmemoración visitaron al Tolima varios tataranietos del General Melo, quienes asistieron el martes pasado a Chaparral, lugar de nacimiento de su ilustre antepasado y presidieron eventos de conmemoración en honor de Melo en ese ilustre municipio como también en Ibagué y Bogotá.

Por otro lado está otro Melo, obvio menos famoso y aún sin pedestal en la historia patria, en este caso Antonio Melo Salazar quien de cuando en cuando comenta con sus cercanos amigos, ser también descendiente directo de José María, aunque algunos de sus contertulios dudan de este vínculo de consaguinidad, circunstancia ancestral que ojalá haya sido dilucidada con los legítimos tataranietos del expresidente tolimense y que esperamos conocer lo más pronto posible.

Antonio Melo, acaba de dejar, hace menos de una semana el cargo de Gerente y Director de El Nuevo Día, después de 20 años de mantener viva en nuestra región esta esperanza de periodismo veraz e imparcial.

Claro está, que la anterior opinión no la comparte un buen número de paisanos, para quienes Antonio constituye una versión tolimense del propio demonio, con azufre y todo, por cuanto le atribuyen más poderes de los que ejerció y menos prudencia de la que realmente observó.

Son cosas inexorablemente unidas al ejercicio del periodismo independiente, donde muchas veces como en la historia antigua, se condena a la persona que comunica las malas noticias, por darlas y no por haberlas realizado o provocado.

Antonio Melo, en medio de la turbulencia de politiquería, clientelismo, corrupción y paramilitarismo que imperó con toda su fuerza en el Tolima, fue un combatiente solitario y valiente que se enfrentó sin tapujos contra esos apocalípticos monstruos de perversidad y logró lesionarlos en el propio corazón de sus fortalezas.

Afortunadamente. Otro bien distinto habría sido el Tolima de hoy, con lo poco avanzado, sin la presencia actuante y combatiente de Antonio Melo.

Antonio demostró que en el Tolima todavía existen personas con carácter, es decir, consecuentes entre su forma de pensar y actuar, así esa forma de vida implique sacrificios y riesgos impredecibles.

Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa decía un sabio coterráneo. José María es José María y Antonio es Antonio.

Pero bien vale la pena recordar con gratitud en esta semana a estos dos ilustres Melo separados por un inmenso trecho de tiempo. Se lo merecen. Claro que sí.

Credito
Camilo A. González Pacheco

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