Disparos al aire: El nuevo senador tolimense

Uno de los apuntes jocosos, relacionados con el afortunado hundimiento de la mal llamada Reforma a la Justicia, lo realizó un columnista bogotano al sostener que varios congresistas de la tramposa Comisión de Conciliación, habían pasado de un momento a otro del anonimato al desprestigio.

En esa Comisión, se encontraba siempre asustado un congresista tolimense, quién afirmó públicamente que en ese esperpento de acto legislativo no existía ni un solo “mico”. Fuera de asustado, estaba desubicado.

Pero bien, sobre la tumba del orangután, se han realizado últimamente varias especulaciones, ya no constitucionales sino políticas.


Más concretamente aún, electorales. Varios caciques electorales con imposibilidad legal para regresar al Congreso, gracias a la Reforma y sus micos, habrían podido resucitar y de nuevo ocupar sus antiguas curules.


Las resurrecciones en la Costa caribeña y en Antioquia, habrían sido espectaculares, para hablar de dos regiones en las cuales verdaderos pesos pesados esperaban en piadosa actitud de santidad, escuchar las trompetas gloriosas de la resurrección política.


Obvio, lo mismo habría podido ocurrir en otras regiones. ¿En el Tolima, también?. Podría preguntarse asombrado cualquier menso de la parroquia.


Creemos, que la respuesta sería afirmativa.

Y, vale la pena especular sobre el asunto en esta etapa de post-resaca folclórica. Más aún, cuando se ha hablado, que ya se perfilan nuevas –pero no renovadoras  -opciones senatoriales para el Tolima.

Que de seguro, nada tendrían que ver con los clandestinos acuerdos pactados entre mafiosos y uno que otro congresista de la desdichada Comisión de Conciliación, recientemente denunciados por el presidente Santos.  


Ni menos con cuentas electorales. Y, jamás con aportes previos de un billetico por ahí suelto y anticipado. Los que saben de estos tejemanejes, afirman que de haberse aprobado la Reforma, el Tolima tenía ya elegido un Senador, con solo votos del Departamento.


O sea, sin necesidad de buscarlos en rancho ajeno. Las cuentas eran sencillas: veinticinco mil fijos y contados provenientes de Cambio Radical; veinticinco mil, y de pronto un puchito más de los hermanos conservadores; y el candidato al Senado, probablemente de la U, ya con sus veinte propios.


O sea, votos más, votos menos, setenta mil (¡70.000!) aquí en la tierrita. Y eso que faltaban sumar los votos del señor del carriel y los del señor de los caballos.


¡Que maravilla!. Pero en la política electoral colombiana, no lo olvidemos, todo puede pasar: hasta resucitar un potencial Senador, temporalmente desprestigiado.

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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