Uno de los tema políticos legislativos más interesante en Colombia, durante estos últimos días, ha sido matemático. Podríamos decir que el centro de la discusión se ubica en definir y precisar difíciles temas de análisis aritméticos, por parte de avezados políticos y juristas, más conocedores de leyes y sentencias. Pero han hecho lo que han podido.
Todo empezó cuando el matemático, Efraín Cepeda en su calidad de Presidente del Senado, contó en su leal saber y entender 102 Senadores habilitados para votar, y sus contradictores sólo sumaban 99 Senadores presentes. Cepeda sostuvo que la mitad más uno de 102 era 52 y la de 99 es 49 y medio, entonces la mitad más uno sería 50 y medio. ¿Cómo carajos, se consigue medio parlamentario?. El ministro del Interior, Guillermo Rivera, ripostó enérgico que la mayoría frente a 99 senadores es de 50 senadores. ¡Que discusión matemática tan profunda!.
El Consejo de Estado conceptuó de manera urgente, ante esta complicada discusión, con buenos aires de solemnidad numérica que “la mayoría absoluta es el número entero inmediatamente superior a la mitad de los integrantes de la respectiva Corporación”. Y sentenció, de pronto apoyados en las enseñanza de Einstein, según la cual “cuando las leyes de la matemática se refieren a la realidad, no son exactas; cuando son exactas, no se refieren a la realidad”, sobre todo en asuntos electorales, que la mayoría en este caso la mitad más uno, de 99 es 50. Geniales. Dicha conclusión, fue respaldada de inmediato por los matemáticos Guillermo Rivera y Juan Manuel Santos.
Pero en el fondo, el tema central de esta discusión no es numérico. Es de paz y esperanza, sobre todo para las víctimas de una despiadada guerra. Y, para estos eventos, como para los hechos cotidianos, son los poetas los que mejor manejan los números. Huidrobo, por ejemplo, en alguna ocasión acabó de un solo tajo con el cuatro y dejó gravemente herido al tres: “Los cuatro puntos cardinales son tres: el sur y el norte.”
En este tipo de discusiones, tiene mayor validez la voz tierna de los ensueños, que la pesada jerga matemática, que pueden incluir hasta tediosos cálculos de probabilidades o ecuaciones diferenciales. El sabio matemático que dilucida este entuerto, es nuestro querido Gonzalo Arango, al comprobar científicamente, que sobre todo para la paz y la democracia, uno más uno no son dos. He aquí el axioma:
”Una mano/ más una mano/ no son dos manos/ Son manos unidas/ Une tu mano/ a nuestras manos/ para que el mundo/ no esté en pocas manos/ sino en todas las manos”.
Esa es la fórmula salvadora.
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