Gustavo Petro, contando billetes en la penumbra de un cuarto oscuro, cometió un acto de imprudencia que atenta contra la estética, y no contra la ética. Menos contra norma legal alguna. Y así, lo registran hasta sabios y cercanos aliados suyos: Mockus, resalta que se vio feo acariciando billetes; y Claudia López, cuestiona también la tétrica sombra de la sala oscura, para ese tipo de conteo. Habría sido mejor, bajo esa óptica, verlo acariciar el lomo de un libro cualquiera en un salón iluminado.
Petro, no violó una ley, sino dos mandamientos. Ninguno de los Diez Mandamientos entregados por Dios a Moisés en el Sinaí, y perfeccionados por Jesucristo con su palabra y ejemplo, sino dos mandamientos terrenales, auténticamente colombianos, el once y doce de esa santa tabla: “nunca dar papaya” y “papaya dada, papaya partida”.
El papayaso estuvo en recibir dinero en efectivo, con grabación simultánea y subrepticia, de personajes con intereses e intenciones futuras torcidas e impredecibles. A Rodrigo Lara Bonilla le ocurrió algo semejante, con un cheque que la mafia le entregó como donación para su campaña, previa concertación delincuencial. Toda una celada.
Algo semejante, a lo que un reconocido y confeso abogado del paramilitarismo, está armando a esta hora, con la presunta complicidad de un capo preso en EE.UU., tratando de argüir que el dinero del petrovideo era de origen mafioso. Y con ello, darle dientes a una Fiscalía desvergonzada que presurosa, en término de horas, movió su poderoso engranaje institucional para activar e impulsar de forma exprés el proceso penal en contra del excandidato presidencial de la izquierda.
La derecha colombiana, frente a este papayaso, está de plácemes. Logró desplazar el tema de los multimillonarios sobornos de Odebrecht al cuarto de San Alejo, y desviar la atención de la indigna conducta asumida por el Fiscal General en defensa de sus poderosos clientes financieros en todas estas truculentas historias.
Igualmente, la derecha utilizará el petrovideo reiteradamente intentando acallar una de las voces más valientes e íntegras de la historia política nacional, en su lucha contra la inequidad, y por la paz en Colombia. Tratará de nivelar absurdamente a todos con el rasero de la corrupción, que hace parte de su reciente prontuario gubernamental y legislativo.
Sin embargo, la política colombiana no se parará ni frenará en seco ahí. Lo que está en el centro del debate que continúa, es ante todo una concepción de Estado y Sociedad, abanderada por sectores políticos organizados, donde está la izquierda a través de los sectores alternativos, viva y dando la pelea, con su concepción ética, humanista y democrática, en la cual Petro es una figura de indiscutible transcendencia. Afortunadamente.
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