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Me refiero a la decisión de la Cámara de Comercio de Ibagué de vender el inmueble en donde ha funcionado la Casa del Tolima en Bogotá, ante los incumplimientos del comodato por parte de la Gobernación del Tolima. Situación que sacó a la luz pública Guillermo Hinestrosa el pasado jueves, y que amerita una reflexión.
Históricamente, Bogotá y nuestra región han tenido una relación especial, para bien y para mal, desde cuando éramos la Provincia de Mariquita, pues siempre ésta se negó a ser anexada al Estado de Cundinamarca, tanto que José León Armero lideró en 1815 la creación de una República soberana y la expedición de una Constitución. Dichas tensiones se replicaban en la Provincia de Neiva, y dieron lugar a que José María Rojas Garrido, en unión de Manuel Murillo Toro y José María Samper, presentaran en tres ocasiones proyectos de ley para transformar estas provincias en un Estado más de la Confederación Granadina. Reclamaban ellos ese derecho, al tener más riquezas que Bogotá y ser de los principales exportadores de quina, tabaco y añil, sombreros y artesanías de fique, cuero, plata y oro. Estas inconformidades regionales fueron hábilmente capitalizadas por Tomás Cipriano de Mosquera en 1861 para crear el Estado del Tolima, sacando a Mariquita y Neiva de Cundinamarca.
Es posible que algunos líderes del Tolima desconozcan esta historia, y no tengan clara la importancia de una ‘embajada’ en Bogotá, el principal mercado nacional. En el mundo de hoy la competencia es más entre regiones que entre países. Si California, por ejemplo, fuese independiente sería la quinta economía del mundo. Una de las luchas de Cataluña es por hacerse un espacio propio en la Unión Europea. Esta comunidad autónoma tiene actualmente 16 ‘embajadas’ para proyectar influencia en más de treinta países. Y fíjense ustedes, los tolimenses somos ¡incapaces de sostener una pequeña casa en Bogotá! Una muestra de nuestra dimensión mental y del tamaño de nuestras aspiraciones. ¡Qué tristeza! Si los constructores de vivienda se unieran, por ejemplo, con el apoyo de la Gobernación, algunas alcaldías y las cámaras de comercio, instalarían allí una sala inmobiliaria. Cosa similar podría hacerse para promover el turismo y los festivales culturales. Como es de público conocimiento, en el área metropolitana de la capital viven más de medio millón de tolimenses, lo mínimo es mantenerles un punto de encuentro. Sé de buena fuente que un importante tolimense ofreció gestionar ante la Sociedad de Activos Especiales (SAE) que nos entregaran un inmueble de los incautados, pero eso no llamó la atención en las ‘altas’ esferas regionales. Quizás ahora tengamos que pagar alquiler y esto les resulte más atractivo. Voy a decirlo con respetuosa claridad: la Cámara de Comercio de Ibagué se equivoca si vende el inmueble de Teusaquillo. Si la Gobernación no es el aliado adecuado, deberían buscar otros entre el sector gremial y empresarial. El cierre de la Casa del Tolima es una malísima noticia y comprueba que carecemos de sentido de región. No podemos seguir viviendo entre la desidia y la falta de grandeza. Aún estamos a tiempo de corregir esta equivocación.
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