Una decepción llamada Íngrid

Guillermo Pérez Flórez

Cuando Íngrid Betancourt aterrizó en la Coalición de la Esperanza, un experimentado amigo, muy conocedor de la política, cuyo nombre omito para guardar confidencialidad, me dijo: “Guillermo, hasta ahí llegó esa coalición. Íngrid desbarata un balín”. Y agregó otros comentarios sobre su personalidad. No lo controvertí, y debo confesar que internamente me pareció un tanto injusta esa afirmación, por varias razones.
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Entrevisté a Íngrid en 1995 y me pareció una mujer llena de amor por Colombia y con sinceros deseos de trabajar por el país. Luego vino su abominable secuestro de casi siete años, y ello le forjó una aureola de mártir que ratifiqué tras la lectura de su libro ‘No hay silencio que no termine’, el cual me pareció bellamente escrito, y una demoledora radiografía de la descomposición moral de las Farc. Me solidaricé con ella tras su liberación y critiqué a quienes la culpaban de su secuestro, pues de alguna manera era exculpar a los victimarios y responsabilizar a la víctima, lo cual era equivocado, y, al mismo tiempo, dejaba de lado la responsabilidad del Estado en garantizar seguridad. Se sometió a la picota pública por haber intentado una demanda para que se le indemnizara, y fue tanta la presión que rápidamente desistió y se regresó a Francia.


Tras su cinematográfica liberación fue galardonada con varios premios internacionales y doctorados honoris causa. Posteriormente, Íngrid se fue a Oxford a estudiar teología, y yo pensé que todo ese viacrucis había hecho de ella una persona llamada a realizar grandes contribuciones a Colombia. Sin embargo, en la coalición Centro Esperanza, rápidamente pasó de ser tejedora de concordia y unidad a francotiradora (por favor no descompongan la palabra, que no tiene nada que ver). Íngrid torpedeó el ingreso de varios líderes al Nuevo Liberalismo ofreciéndoles avales de Verde Oxígeno, que había recuperado personería jurídica gracias a la sentencia de la Corte Constitucional que se la devolvió al Nuevo Liberalismo. Se dejaron seducir por Íngrid y se lanzaron por ese partido. Hoy están más que arrepentidos. ¡Pobres! En pleno debate televisado casó pelea con Alejandro Gaviria, y terminó retirándose de la coalición dando un portazo. No tengo duda de que esto contribuyó al fracaso electoral de esa coalición, aunque no voy a cometer la injusticia de asignarle toda la cuota de responsabilidad a la mujer maravilla, pues la estrategia de la coalición no pudo ser más bobalicona.


La tapa de su errática actuación política acaba de protagonizarla anunciando que buscará un acuerdo con el Centro Democrático, porque allá no hay ‘maquinarias’ políticas. No sé si reír o llorar. Ahora bien, esta comedia tiene un costado que genera ilusión, y es que si ella ingresa a ese partido termine de desbaratarlo. Uribe podría designar a Íngrid Betancourt, Paloma Valencia y María Fernanda Cabal como directoras del CD, y así apoyar la candidatura de ‘Fico’, su candidato. ¡Sería de película! Un final de ensueño, nunca imaginado. Ahora entiendo porqué Gustavo Petro nunca volvió a llamarla tras la campaña de 2018, ni a cortejarla para que entrara al ‘Pacto Histórico’, habría terminado en un ‘pacto histérico’.  Definitivamente, vivir para ver. En Colombia es imposible aburrirse. Tenía razón mi amigo, ¡Íngrid desbarata un balín!

 

GUILLERMO PÉREZ

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