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Esta etapa ha sido estudiada y contada desde diferentes perspectivas y formatos. Una de las aproximaciones más ilustrativas es la de Victoria Prego, escritora y periodista que realizó un documental y escribió un libro sobre la ‘Transición’. Como todo proceso no está exento de críticas, sin embargo, diversas miradas coinciden en afirmar que en esa etapa se sentaron las bases de la España moderna y democrática de hoy. No vacilo en recomendar, tanto el libro como el documental de Prego, igual que la biografía sobre Suárez, de Gregorio Morán, exquisitamente escrita, por demás.
Hace cuatro años, cuando Iván Duque iniciaba el gobierno, en una de sus primeras intervenciones hizo referencia a los famosos ‘Pactos de la Moncloa’. Alcancé a ilusionarme. Ingenuamente llegué a pensar que podría ser el Suárez colombiano, dado que citó el caso español en donde “se pusieron de acuerdo los empresarios y los trabajadores y la clase política para pensar en grande, más allá de las diferencias ideológicas, y poner como punto de partida las cosas que unen y no las cosas que dividen”. (Cartagena, 17 de agosto de 2018, discurso de clausura del Congreso Empresarial Colombiano). La ilusión duró poco. Duque, rápidamente se dejó seducir por el oropel del poder y la vanidad, y terminó haciendo una de las presidencias más impopulares y polarizantes de todos los tiempos.
Antes de la segunda vuelta, en una reunión del ‘Frente Amplio’, Álvaro Leyva habló de la experiencia española en presencia de Petro y trajo a cuento el papel de Suárez y de Felipe González. Luego, en el discurso de la victoria, Petro reiteró la necesidad de un ‘Acuerdo Nacional’, y todo esto me ha vuelto a hacer pensar en la ‘Transición’, ese ejercicio de inteligencia y sensatez colectiva, del que participaron monarquistas, republicanos, liberales, socialistas, comunistas, empresarios, la Iglesia Católica, el Opus Dei, militares y sectores moderados del franquismo. Se unieron en la diferencia para construir un nuevo orden. Algunos sectores creen que el ‘Acuerdo Nacional’ es para repartir ‘mermelada’, como es usual en este país. Y es normal que así lo piensen, pues es lo que hemos visto. Creo que es algo diferente, siento que se trata de civilizar la política, sacarla de ese estadio tribal en el que los adversarios se miran como enemigos, para recuperar el diálogo y el consenso. De allí la importancia de la invitación al ex presidente Álvaro Uribe y de la aceptación de éste, lo cual hay que recibir con optimismo moderado. Se están alineando los astros para que tengamos una era de paz.
PD: A propósito de las cábalas ministeriales, el presidente Petro se anotaría un golpe de opinión y acertaría mucho si nombrara al escritor William Ospina. Sería un ministro de ¡lujo!
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