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Los treinta y un colegios que conforman su universidad le dan un toque sacramental a la ciudad, como si fuese una iglesia. Por sus claustros han desfilado grandes mujeres y hombres que le han dado a la humanidad avances notables. Es la tierra en donde Newton bajo un árbol de manzana descubrió la ley de la gravedad.
Esta semana tuve oportunidad de conocerla y ocurrió lo que llaman amor a primera vista, aunque debo confesar que tengo razones personalísimas para quererla. Aquí vive y trabaja desde hace algunos años mi nieta María, quien amorosamente me llevó a recorrer esas históricas calles que vertebran el enorme campus universitario.
Las mismas que ilustres científicos han caminado, tejiendo teorías científicas y económicas, no en vano es la tierra de Keynes. Las mismas calles recorridas por Virginia Wolf, Isaac Newton, Stephen Hawking y centenares de personalidades más.
Fuimos al pub más antiguo de la ciudad, el Águila, que tiene entre sus principales referentes ser el lugar en donde James D. Watson y Francis Crick, anunciaron al mundo uno de los descubrimientos científicos más trascendentales de la historia, el ADN, o lo que ellos denominaron el ‘secreto de la vida’.
Y esto ¿qué tiene que ver con Mariquita? Se preguntaran ustedes. Se los voy a decir. La Universidad de Cambridge tiene un jardín botánico que abrió sus puertas en 1846, es decir, casi cincuenta años después de que Mutis fundara en Mariquita el primer jardín botánico de América Latina. Tiene 16 hectáreas y aloja 8.000 especies de plantas procedentes de todo el mundo. Caminar sus senderos y contemplar sus invernaderos me transportó mágicamente a mi ciudad natal a 8.527 kilómetros de distancia, a su bosque seco tropical, que llegó a tener más de 600 hectáreas, y en donde el gaditano llevó a cabo sus investigaciones, e hizo que me preguntara, ¿por qué el Jardín Botánico de Cambridge está en pie y del de Mariquita apenas queda una triste ruina en disputa judicial? Que cada quién saque sus propias conclusiones.
En cualquier caso, debo decir que los últimos gobernantes en preocuparse por este relicto boscoso fueron el presidente Belisario Betancur y el gobernador Devia Moncaleano, hace ya cuarenta años. De nada ha servido el clamor ciudadano, ni siquiera la acción popular interpuesta por el procurador Diego Alvarado, cuya sentencia pienso enmarcar y depositar en la Academia de Historia del Tolima para su conservación. Y no digo más aunque me pica la lengua. Confío en que ahora cuando el presidente Petro quiere convertir a Colombia en potencia mundial de la vida se logre salvar esta reserva y rehacer el jardín botánico.
Adiós Cambridge. Mañana regreso a mi adorado Tolima, después de recorrer estos lejanos, apacibles y ordenados mundos, y de conocer a mis ‘bisnietos’: Perséfone y Moon, dos hermosos gatitos que juegan con la flor más tierna que atesora mi jardín.
Regreso para seguir soñando que un nuevo amanecer también es posible en esa tierra, aunque reconozco que algunas veces preferiría ni siquiera abrir los ojos, por aquello de que si estos no ven, el corazón no siente. ¡Feliz cumpleaños Mariquita!
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