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Un alto porcentaje de los ciudadanos está inconforme con la situación económica, política y social que atraviesa la ciudad y la forma como se gestiona. Lo grave, sin embargo, es que en lugar de reaccionar, pareciera instalarse en un mundo de indiferencia y de silencios, se propaga la creencia de que no hay nada que hacer. Y prefiere matricularse en el ‘importaculismo’, quizás por aquello de que ojos que no ven…
Estoy leyendo un libro de Byung-Chul Han, ‘La Sociedad del cansancio’, en el que plantea que toda época tiene enfermedades emblemáticas y que la humanidad está dejando atrás el período bacterial gracias a los antibióticos, que refuerzan el sistema inmunitario para combatir las bacterias y los virus. Según Han, en el comienzo del siglo XXI se está superando esa etapa y advierte que, en cambio, están proliferando enfermedades neuronales, tales como la depresión, el trastorno de déficit de atención con hiperactividad, el síndrome de desgaste ocupacional, entre otras. Males que no son infecciosos ni víricos, no pueden tratarse con antibióticos ni vacunas, y no se contagian por contacto físico. No sé si el hartazgo ciudadano y la marginación política también sean ‘enfermedades’ de transmisión neuronal (como el bostezo o la risa).
Lo que sí sé es que la apatía, la marginación y el derrotismo moral (la percepción de que todo está perdido y que no hay nada que hacer), que se propagan a través de las redes sociales tanto naturales como tecnológicas, son altamente nocivas, y no está claro cómo tratarlas. Dudo mucho que nuestras modernas y eficientes EPS tengan algún remedio para combatirlas. La marginación genera un problema grave: la ‘des-ciudadanización’; la renuencia, al principio, y la renuncia, después, a ejercer la ciudadanía. Se prefiere vivir de espaldas a la esfera pública, desconectado y en burbujas. Se comienza por no votar (abstención) y se termina por ni siquiera opinar (silencio es indiferencia). Conozco personas que no ven noticieros ni escuchan ni leen noticias. La marginación mina las bases de la democracia, deslegitima las instituciones, pues pierden representatividad. Así, se viraliza la idiotez, en el sentido que a esta le daban los griegos, que llamaban idiotas a quienes solo se preocupaban por los asuntos privados.
¿Cómo hacer que abandonen el letargo y la indiferencia? ¿Cómo recuperar el sentido de pertenencia y el amor por la ciudad? ¿Cómo conseguir que la gente participe y ejerza activamente la ciudadanía? La participación ciudadana masiva es lo único que puede salvarnos de la politiquería, que genera corrupción y atraso, y evitar que quienes venden sus votos decidan el destino de la ciudad. Y también salvarnos del populismo. Las masas, desesperadas por el desempleo, el hambre o el miedo, abrazan el populismo a sabiendas de que las promesas son solo eso, promesas, las cuales no se van a cumplir, lo que incuba mayor frustración política. Me gustaría escuchar opiniones para encarar la marginación y la desafección política. No hay que esperar a que pasen cosas, hay que hacer que las cosas pasen.
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